Vivir El Evangelio
De La Vida: Reto a los Católicos de Estados Unidos
Hermanos y hermanas en el Señor,
Cuando los obispos de Estados
Unidos finalizaron su visita Ad Limina de 1998, nuestro Santo
Padre, el Papa Juan Pablo II, pronunció estas palabras:
Creo que el Señor nos está diciendo
a todos: no se turben, no tengan miedo de dar un buen combate por la fe (cf. 1
Tim 6:12). Cuando predicamos el mensaje liberador de Jesucristo estamos
ofreciendo palabras de vida al mundo. Nuestro testimonio profético es un
servicio urgente y esencial, no sólo para la comunidad católica sino para toda
la familia humana.
En esta declaración buscamos
cumplir con nuestra función de maestros y pastores al proclamar el Evangelio de
la vida. Confiamos en que la proclamación de la verdad por amor es una manera
indispensable de ejercer nuestra responsabilidad pastoral.
I. El siglo de
EE.UU.
Vuestro país está
en el pináculo del escenario del mundo
como ejemplo de una sociedad democrática en un estado de
desarrollo avanzado. El poder de su ejemplo lleva consigo
grandes deberes. ¡America, usádlo bien!
PAPA JUAN PABLO II,
NEWARK, 1995
Cuando Henry Luce publicó en 1941
su llamado para el "siglo" de EE.UU., no se imaginó cuán superior a su sueño
sería la realidad. Luce anticipaba que los "ingenieros, científicos, médicos...
constructores de carreteras y maestros" de Estados Unidos se dispersarían par
todo el globo para promover el triunfo económico de los ideales estadounidenses:
"amor por la libertad, búsqueda de oportunidades de calidad, tradición de
confianza en sí a independencia y también cooperación".(1) Esto, y mucho más, ha
ocurrido en las décadas desde que los logros económicos de Estados Unidos han
remodelado el mundo. Pero la nobleza del experimento estadounidense mana de sus
principios fundamentales, no de su poder comercial. En este siglo solamente,
cientos de miles de estadounidenses han muerto en defensa de esos principios.
Cientos de miles más han dedicado su vida al servicio de esos mismos
principios-tanto aquí como en otros continentes- enseñando, asesorando y
proporcionando ayuda humanitaria a gente necesitada. El Papa Juan Pablo II ha
notado: "En el centro de la visión moral de los documentos fundadores (de
Estados Unidos) está el reconocimiento de los derechos de la persona humana...".
La grandeza de Estados Unidos estriba "especialmente [en su] respeto por la
dignidad y santidad de la vida humana en todas sus condiciones y en todas las
etapas de su desarrollo".(2)
2. La nobleza del espíritu
estadounidense persiste hoy día en aquellos que luchan por la justicia social e
igualdad de oportunidades para los desaventajados. Estados Unidos ha logrado
éxito, porque cuando actúa según sus mejores principios, representa su
compromiso con la libertad, los derechos humanos y la dignidad humana. Es por
eso que el Santo Padre nos dice: " [Como] estadounidenses, vosotros tenéis
motivos para sentiros orgullosos de los logros extraordinarios de vuestro
país".(3)
3. Pero el triunfo a veces lleva
consigo las semillas del fracaso. El poderío económico y militar ha llevado
muchas veces a graves injusticias en el extranjero. Aquí en casa, ha dado cabida
a la complacencia, la indiferencia y a los excesos del consumismo. Demasiada
confianza en nuestro poderío que se aumenta con los avances en la ciencia y la
tecnología, ha creado la impresión de una vida sin límites naturales y hechos
sin consecuencia. Las normas del mercado, en vez de estar guiadas por una moral
justa, amenazan con desplazarla. Estamos ante la reestructuración gradual de la
cultura estadounidense según el utilitarismo, la productividad y el lucro. Es
una cultura en que las cuestiones morales se sumergen en un río de bienes y
servicios y donde el mal uso de las relaciones mercantiles y públicas subvierten
la vida pública.
4. Los perdedores en este gran
cambio ético serán los ancianos, los minusválidos y los marginados
políticamente. Ninguno de esos grupos pasa la prueba de ser útiles, aunque al
menos hacen acto de presencia. Tienen la posibilidad de organizarse para ser
escuchados. Los que no han nacido, los enfermos y desahuciados ni
siquiera tienen esa ventaja. No tienen ninguna "utilidad," y peor aún, no
tienen voz. Mientras jugamos con el inicio, el final y hasta la estructura más
íntima de las células vitales, estamos jugando con nuestra propia identidad como
nación libre, dedicada a la dignidad de la persona humana. Cuando la vida
política de los estadounidenses se convierte en un experimento con la
gente en vez de por y para
ella, no valdrá la pena continuarlo. Se puede argumentar que nos estamos
acercando cada vez más a ese día. Hoy, cuando se proclaman los derechos
inviolables de la persona y se afirma públicamente el valor de la vida, el
derecho humano más básico "el derecho mismo a la vida, queda prácticamente
negado y conculcado, en particular en los momentos más emblemáticos de la
existencia, como son el nacimiento y la muerte" (el Papa Juan Pablo II, El
Evangelio de la Vida [Evangelium Vitae],
no. 18).
5. La naturaleza y urgencia de esta
amenaza no se debe mal interpretar. Respeto por la dignidad de la persona exige
comprometerse con los derechos humanos de amplios sectores: "Tanto por ser
estadounidenses y seguidores de Cristo, los católicos de Estados Unidos deberán
estar comprometidos a defender la vida en todas sus etapas y condiciones".(4) La
cultura de la muerte se extiende más allá de nuestras fronteras: hambre y
desnutrición, privación de cuidados de la salud y de desarrollo alrededor del
mundo, la violencia mortal de conflictos armados y el escandaloso mercado de
armas que esos conflictos producen. Nuestra nación es testigo de la violencia
doméstica, la diseminación de narcóticos, la actividad sexual que amenaza a la
vida, y la manipulación descuidada del balance ecológico del mundo. Respeto por
la vida humana nos llama a defender la vida de estas y de otras amenazas. Nos
llama también a mejorar las condiciones para la vida humana ayudando a
proporcionar alimento, techo y empleo adecuado, empezando con los más
necesitados. Vivimos el Evangelio de la vida cuando vivimos en solidaridad con
los pobres del mundo, defendiendo su vida y su dignidad. Pero aún así, el aborto
y la eutanasia se han convertido en amenazas constantes a la dignidad humana
porque atacan directamente a la vida misma, el más fundamental de los bienes
humanos y la condición para todos los demás. Se cometen en contra de los más
débiles e indefensos, los que son verdaderamente "los más pobres de los pobres".
Se les apoya con más frecuencia sin el velo de eufemismos, cuando los que
favorecen el aborto y la eutanasia reconocen libremente que esos son matanzas
aun en medio de sus campañas para promoverlos. Desafortunadamente, se practican
en esas comunidades que ordinariamente ofrecen un refugio a los débiles -la
familia y los profesionales de la medicina. Tales ataques directos a la vida
humana, que una vez se consideraban delitos, son legitimados por los gobiernos,
que profesan proteger a los débiles y marginados.
6. No tiene que ser así. Dios,
Padre de todas las naciones, ha bendecido al pueblo estadounidense con un gran
espíritu de bondad. También agració a sus fundadores con la sabiduría para
establecer estructuras políticas que permitan a todos los ciudadanos participar
en promover los derechos inalienables de todos. Como estadounidenses, como
católicos y como pastores de nuestro pueblo, escribimos hoy para llamar a
nuestros compatriotas y ciudadanos a los
principios en los que descansa nuestro país, y de manera especial, para
renovar nuestro respeto nacional por los derechos de aquellos que no han nacido,
de los débiles, los minusválidos y los desahuciados. La verdadera libertad
descansa en la naturaleza inviolable de cada persona como hijo o hija de Dios.
El valor sagrado de cada vida humana, en cada una de sus etapas y en todas las
circunstancias, no es un asunto sectario de la misma manera que tampoco la
Declaración de la Independencia es un credo sectario.
7. De manera especial, llamamos a
los católicos de EE.UU., sobre todos a los dirigentes -ya sean culturales,
económicos o políticos-a recuperar su identidad como seguidores de Jesucristo y
a ser líderes en la renovación del respeto estadounidense por la santidad de la
vida. "Ciudadanía" en el trabajo del Evangelio es también una garantía segura de
ciudadanía responsable en los asuntos cívicos estadounidenses. Cada católico,
sin excepción, debe recordar que ha sido llamado por el Señor a proclamar su
mensaje. Algunos lo proclaman con palabras, algunos con obras y todos con su
buen ejemplo. Pero cada creyente comparte la responsabilidad del Evangelio. Cada
católico es un misionero de la Buena Nueva de la dignidad humana redimida por la
Cruz. Aunque nuestra vocación personal determine la forma y estilo de nuestro
testimonio, Jesús llama a cada uno de nosotros a ser levadura de la sociedad, y
por tanto seremos juzgados por nuestras acciones. Nadie, muchos menos alguien
que está en un puesto de liderazgo en nuestra sociedad, puede justamente
considerarse un católico practicante si actúa de manera contraria a su fe.
8. Nuestra actitud hacia la
santidad de la vida en estos últimos años del "siglo de EE.UU." tendrá mucho que
decir sobre nuestro verdadero carácter como nación. También moldeará el diálogo
sobre la santidad de la vida humana en el próximo siglo, porque lo que suceda
aquí, en nuestra nación, tendrá consecuencias mundiales. La tecnología, las
microplaquetas, las fibras ópticas, los satélites y las maneras de pensar y de
divertirse de los EE.UU. son los principales constructores de la red neural que
moldea la mentalidad global. Lo que los EE.UU. ha impreso indeleblemente en la
cultura mundial es su espíritu. Y la ambigüedad de ese espíritu es la razón por
la cual, en 1995, el Papa urgió a los estadounidenses con tanto empeño: "Es un
asunto vital para la familia humana", él dijo, "que al continuar buscando
avances en muchos campos diferentes -ciencia, negocios, educación y arte, y
donde quiera que su creatividad les Ileve- EE.UU. deberá mantener la compasión,
la generosidad y el cuidado de los demás en el corazón de sus esfuerzos".(5 )
Eso no será una tarea fácil.
II. La abolición
del hombre
En nuestro
tiempo, discursos y escritos políticos se hacen
principalmente en defensa de lo indefensible.
GEORGE ORWELL,
POLÍTICA Y EL IDIOMA INGLÉS
Las naciones no son máquinas ni
ecuaciones. Son más bien algo como eco-sistemas. Los hábitos, creencias, valores
e instituciones de un pueblo, están entretejidas como un sistema de raíces. Si
se envenena una parte, al final se envenenará todo el sistema. El resultado es
que leyes y decisiones legales malas producen un pensamiento y comportamiento
político ofensivo, y lo contrario. Eso ha sido el legado de Roe vs. Wade. Roe
efectivamente legalizó el aborto en cualquier momento del embarazo, por casi
cualquier motivo, o por ninguno. Ha sido responsable, en el último cuarto de
siglo, del dolor de millones de hombres y mujeres, y de la muerte de millones de
niños que no han nacido. Pero la imperfección del razonamiento de la Corte
Suprema en 1973 es bien conocida. Esta imperfección fue reconocida más
tarde por la propia Suprema Corte en la decisión Casey
de 1992, que no pudo encontrar mejor razonamiento para ratificar a
Roe que el hábito creado por Roe en el curso de sus 20
años de sobrevivencia.(6) La debilidad y confusión de la decisión
Casey fluyen directamente de la confusión propia a Roe.
Son parte del mismo sistema de
raíces.
Roe lleva el "derecho distorsionado a la privatización" a nuevos
niveles, y desarrolla un cálculo moral nuevo para justificarlo, diseminándose
por la política ecológica estadounidense con resultados tóxicos.
10. Roe decididamente
convirtió la definición de lo que es la persona a algo flexible y negociable.
También implícitamente excluye a los niños no nacidos de entre los seres
humanos. Al hacerlo, Roe ayudó a crear un ambiente en el que el
infanticidio -un próximo paso predecible en el continuo de las matanzas- ahora
ha quedado abierto a un examen serio. En instancia final, gracias a Roe,
algunos hoy especulan públicamente y con compasión por qué muchas mujeres
estadounidenses matan a sus bebés recién nacidos o los abandonan para que
mueran. Hasta la palabra "infanticidio" se ha ido remplazando con palabras
nuevas de menor impacto emocional tales como "neonaticidio" (la matanza de un
recién nacido el mismo día de su nacimiento) y "filicidio" (la matanza del bebé
unos días después). La revisión de nombres que se da a esas matanzas reduce
la gravedad que implican. Esta es la ecología de la ley, el razonamiento
moral y el lenguaje en acción. Las leyes malas y el razonamiento moral
defectuoso producen el lenguaje evasivo que justifican el mal. Nada más puede
explicar la gimnasia verbal y ética requerida por las autoridades elegidas para
justificar su apoyo al aborto por nacimiento parcial, un procedimiento en el que
los bebés se matan brutalmente en el proceso de nacer. El mismo tipo de mercado
saneado se está usando ahora en pro del suicidio asistido por médicos, los
experimentos con fetos y la clonación humana. Cada uno reduce la persona a un
problema u objeto. Cada uno, en gran parte, puede trazar su origen a Roe.
11. Obviamente, Roe es sólo
uno de varios cauces sociales que han moldeado la mentalidad estadounidense en
los finales de la década de 1990. Pero es uno bastante destructivo. En los 25
años desde Roe, la confusión de nuestra sociedad sobre la relación entre
la ley, el razonamiento moral y el lenguaje ha creado más y más cinismo en el
electorado. Al estirar el significado de las palabras, (como "elección" o
"terminar un embarazo"), y en tanto que las ideas e ideales que nos unen se
erosionan, la participación democrática declina inevitablemente. Y también el
patriotismo sano y apropiado.
12. En Camden Yards, Baltimore, el
Papa Juan Pablo II habló proféticamente cuando dijo: "Hoy, el reto que enfrentan
los Estados Unidos es la realización de la libertad en la verdad, la verdad
intrínseca de la vida humana creada a semejanza e imagen de Dios, la verdad
escrita en el corazón humano, la verdad que se puede conocer por la razón y que
por tanto forma la base de un diálogo profundo y universal entre la gente sobre
la dirección que debe dar a su vida y a sus actividades".(7)
III. Creemos que
estas verdades son autoevidentes
El poder que el
Hombre tiene de convertirse en lo que
quiere significa, como hemos visto, el poder de ciertos
hombres de hacer de otros hombres lo que ellos quieren.
C. S. LEWIS, LA
ABOLICIÓN DEL HOMBRE
Creemos que existe un entendimiento
universal de lo qué es la libertad y la verdad "escrito en el corazón humano".
Los fundadores de los Estados Unidos también tenían esa certitud. En 1776, John
Dickinson, uno de los autores de nuestra constitución, afirmó: "Nuestras
libertades no vienen de estatutos que sólo declaran derechos preexistentes. No
dependen de pergaminos o sellos, pero vienen del Rey de reyes y el Señor de toda
la tierra".(8) Las palabras de la Declaración de la Independencia hablan de las
"Leyes de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza", y continúan con esta
aseveración histórica: "Creemos que estas verdades son autoevidentes: que todos
los hombres han sido creados iguales, que su Creador les ha concedido a todos
ciertos derechos inalienables, que entre ellos están la Vida, la Libertad y la
búsqueda de la Felicidad... ". Hoy, han transcurrido más de dos siglos del
experimento estadounidense. Tendemos a tomar por dadas estas palabras. Pero para
los fundadores, que las escribieron al margen de una revolución armada, estas
frases fueron investidas no sólo con su filosofía sino con sus vidas. Es por eso
que ellos concluyeron con "firme confianza en la protección de la divina
providencia". Las palabras de la Declaración de la Independencia iluminan los
principios fundamentales de la república estadounidense, principios basados en
las verdades invariables sobre la persona.
14. Los principios de la
Declaración no se reflejaron completamente en las estructuras sociales o
políticas de su tiempo. En ese entonces, la esclavitud y otras injusticias
sociales estaban en tensión con los nobles ideales articulados por los
fundadores. Sólo después de largo tiempo, y mucho esfuerzo, se han reducido
estas contradicciones. De manera sorprendente, vemos hoy un aumento en la
tensión entre los principios fundamentales de nuestra nación y la realidad
política. Vemos esto en la disminución del respeto por los derechos inalienables
a la vida y en la eliminación de la protección legal para los más desamparados.
No puede haber justicia auténtica en nuestra sociedad hasta que las verdades
sobre las que se fundamentó nuestra nación se hayan concretizado más
perfectamente en nuestra cultura y ley.
15. Una de esas verdades es nuestra
condición de criaturas. La "realidad virtual" y la ciencia genética nos pueden
dar ilusión de poder, pero no somos dioses. No somos ni nuestros creadores ni
creadores de nadie ni de nada. Y para nuestra propia seguridad, no debemos
tratar de serlo. Ni los padres, a quienes se les ha confiado la protección
especial de nueva vida, son "dueños" de sus hijos como tampoco ningún adulto
puede ser dueño de otro. Y ahí se encuentra nuestra propia seguridad. Nadie,
excepto el Creador es el soberano de los derechos humanos básicos -empezando con
el derecho a la vida. Somos hijos e hijas de un Dios, quien, por encima y
más allá de todos nosotros, nos concede la libertad, la dignidad y los derechos
de la personalidad que nadie puede quitarnos. Sólo en este contexto, el contexto
de un Creador que es autor de nuestra dignidad humana, encuentran su verdadero
significado palabras tales como "verdades" y "auto-evidentes". Sin que exista un
Creador que haya ordenado ciertas verdades irrevocables sobre la persona, no hay
derechos "inalienables", y nada sobre la dignidad humana es autoevidente.
16. Esto no hace que Estados Unidos
sea sectario. Sin embargo, sí destaca el papel crucial que juega la soberanía de
Dios en la edificación de la política estadounidense. Aunque los fundadores
fueron una mezcla de racionalistas de la Ilustración y cristianos tradicionales,
generaciones de judíos, musulmanes, otros grupos religiosos y de no creyentes
han encontrado su patria en Estados Unidos. Esto es posible debido a la
tolerancia de nuestro sistema con raíces en el principio judeo-cristiano que
hasta los que difieren en cultura, apariencia y fe, siguen compartiendo los
mismos derechos. Creemos que este principio aún posee el poder de inspirar a
nuestra voluntad nacional.
17. El Concilio Vaticano II, en su
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Contemporáneo (Gaudium
et Spes) , alaba a aquellos hombres y mujeres que tienen la vocación
para ocupar un cargo público. Promueve la ciudadanía activa y también nos
recuerda que: "La comunidad política nace... para buscar el bien común, en el
que encuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su
legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de aquellas
condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las
asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección"
(no. 74). En su búsqueda por el bien común, los ciudadanos deberán "cultivar...
con generosidad y magnanimidad y lealtad su amor a la patria, pero sin estrechez
de espíritu... [y también] tener conciencia de la vocación particular y propia
que tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación, están obligados
a dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio al bien común..." (no.
75).
18. En cuanto al papel de la
Iglesia en este proceso: "...La comunidad política y la Iglesia son
independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo,
aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social
del hombre... [pero] es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en
todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social,
ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna
y dar su juicio moral incluso sobre materias referentes al orden político,
cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las
almas" (no. 76; énfasis es añadido).
19. El Papa Juan Pablo II elabora
sobre esta responsabilidad en su exhortación apostólica de 1988,
Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo
(Christifideles Laici) : "La inviolabilidad de la persona, reflejo de
la absoluta inviolabilidad del mismo Dios, encuentra su primera y fundamental
expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Se ha hecho habitual hablar, y
con razón, sobre los derechos humanos; como por ejemplo sobre el derecho a la
salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a la cultura. Esa preocupación
resulta falsa e ilusoria si no se defiende con la máxima determinación el
derecho a la vida como el derecho primero y fontal, condición de todos los
otros derechos de la persona .... El titular de tal derecho es el ser humano,
en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepcÍón hasta la
muerte natural; y en cualquiera que sea su condición, ya sea de salud que
de enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de miseria
.... Si bien la misión y la responsabilidad de reconocer la dignidad personal de
todo ser humano y de defender el derecho a la vida es tarea de todos, algunos
fieles laicos son llamados a ellos por un motivo particular: Se trata de los
padres, los educadores, los que trabajan en el campo de la medicina y de la
salud, y los que llevan el poder económico y político" (no. 38).
20. Creemos que el Evangelio de
jesucristo es el "Evangelio de la vida". Invita a todas las personas y
sociedades a una nueva vida, vivida en abundancia, con respeto por la dignidad
humana. Creemos que este Evangelio no es sólo un complemento a los principios
políticos estadounidenses, sino también la curación para la enfermedad
espiritual que infecta nuestra sociedad. Como dice la Escritura, todo reino
dividido se desmorona (Lc 11:17). No podemos simultáneamente comprometernos a
los derechos humanos y al progreso mientras eliminamos o marginamos a los más
débiles entre nosotros. Ni tampoco podemos poner en práctica el Evangelio de la
Vida como si fuera una devoción privada. Los católicos estadounidenses debemos
vivirlo públicamente y con vigor, como una cuestión de liderazgo y
testimonio nacional, o no lo viviremos.
IV. Para vivir el
Evangelio de la vida: virtudes necesarias
No es posible
construir el bien común sin reconocer y
defender el derecho a la vida sobre ef cual se
fundamentan y desarrollan todos los demás derechos
inalienables del ser humano.
PAPA JUAN PABLO II,
EL EVANGELIO DE LA VIDA ENO. I O I )
Llevar el respeto por la dignidad
humana a la política práctica puede ser una tarea dificilísima. Hay una gran
gama de asuntos que tocan a la protección de la vida humana y a la promoción de
la dignidad humana. La gente bien intencionada, con frecuencia, no está de
acuerdo con los problemas que hay que resolver, cuáles normas se deben adoptar y
la mejor manera de aplicarlas. Tanto para los ciudadanos como para las
autoridades elegidas, el principio básico es simple: Debemos empezar con el
compromiso de nunca matar intencionalmente, ni participar en la matanza de
cualquier vida humana inocente, no importa to defectuosa, mal formada,
minusválida o desesperada que parezca. En otras palabras, la opción de
cierta manera de actuar es siempre y radicalmente incompatible con el
amor de Dios y la dignidad de la persona creada a Su imagen. El aborto directo
nunca es una opción moralmente tolerable. Es siempre un acto de
violencia grave en contra de una mujer y su niño por nacer. Esto es el caso aun
cuando la mujer no vea la verdad debido a las presiones a que está sujeta, ya
sea por el padre de la criatura, los padres de ella o sus amistades. De igual
manera, la eutanasia y el suicidio asistido, nunca son obras de
misericordia aceptables. Ambos actos siempre
abusan de los que sufren y de los desesperados, y extinguen la vida en
nombre de la "calidad de la vida" misma. Esta misma enseñanza en contra de la
matanza directa de los inocentes condena a todos los ataques directos de
personas civiles inocentes en tiempo de guerra.
22. El Papa Juan Pablo II nos
recuerda que debemos respetar cada vida, aunque sea la de criminales o de
agresores injustos. Se ve cada día más claramente que en la sociedad
contemporánea la pena de muerte no es necesaria para proteger la seguridad de
las personas ni el orden público, y los casos en que pueda ser justificada son
ya "muy raros, por no decir prácticamente inexistentes". No importa cuán serio
sea el crimen, los castigos que no quiten la vida "son más conformes con la
dignidad de la persona humana" (Evangelium Vitae, no. 56). Nuestro
testimonio por el respeto a la vida es más patente cuando exigimos respeto por
cada vida humana, incluyendo la vida de los que no permiten mostrar respeto por
los demás. El remedio a la violencia es amor, no más violencia.
23. Como recalcamos en nuestra
declaración
Responsabilidad Política en 1995: "La aplicación de los valores del
Evangelio a las situaciones reales es una obra esencial de la comunidad
cristiana". A1 adoptar una ética uniforme hacia la vida, la Iglesia católica
promueve una amplia gama de asuntos "que buscan proteger la vida humana y
promover la dignidad humana desde su inicio hasta su momento final".(9)
Oposición al aborto y a la eutanasia no excusa indiferencia hacia los que sufren
a causa de la pobreza, la violencia y la injusticia. Cualquier política por la
vida humana deberá resistir la violencia de la guerra y el escándalo de la pena
de muerte. Cualquier política de la dignidad humana deberá seriamente dirigirse
a estos problemas: racismo, pobreza, hambre, empleo, educación, vivienda y
cuidados de la salud. Por tanto, los católicos deberán participar con entusiasmo
en abogar por los débiles y marginados en todas esas áreas. Las autoridades
públicas que son católicas deberán tratar todos esos asuntos mientras que tratan
de edificar normas uniformes que promueven el respeto por la persona en todas
las etapas de su vida. Pero estar en to "cierto" en tales asuntos nunca puede
ser una excusa para una mala decision con respecto a ataques directos a una vida
humana inocente.
En verdad, el fallo en proteger y defender la vida en sus etapas de más
impotencia hace que otras posturas "correctas" en asuntos que afectan a los más
pobres a indefensos de la comunidad humana se vean con sospecha. Si entendemos
que la persona es el "templo del Espíritu Santo" -la morada viva de Dios-
entonces estos asuntos mencionados son, lógicamente las paredes y las vigas de
esa casa. Cualquier ataque directo a la vida humana inocente, tal como el
aborto o la eutanasia, es un ataque a las bases de esa morada. Esos ataques
violan directamente, y de modo inmediato, el derecho más fundamental de la
persona -el derecho a la vida. Descuidar estos asuntos es el equivalente a
construir una casa sobre la arena. Tales ataques no ayudan sino que entorpecen
la conciencia social en modos que son, en última instancia, destructivos de
otros derechos humanos. Como el Papa Juan Pablo II nos recuerda, el mandamiento
de no matar establece el mínimo de to que debemos respetar y de donde debemos
partir "para pronunciar innumerables `sí', capaces de abarcar progresivamente el
horizonte completo del bien" (Evangelium Vitae, no. 75).
24. Desde que los católicos
entraron en la corriente política de EE.UU., los creyentes han luchado por
balancear su fe con las exigencias del pluralismo democrático. Como resultado,
algunas autoridades católicas elegidas han adoptado el argumento de que,
mientras que ellos personalmente se oponen a tales males como el aborto, no
pueden imponer sus puntos de vista religiosos en la sociedad en general. Esto es
un serio error por varias razones. Primero, en cuanto al aborto, cuándo empieza
la vida humana no es una creencia religiosa sino un dato científico -un hecho
sobre el cuál hay un acuerdo claro hasta entre los principales proponentes del
aborto. Segundo, la santidad de la vida humana no es sólo una doctrina católica
sino parte del patrimonio ético de toda la humanidad, y un principio fundamental
de nuestra nación. Finalmente, la democracia no se ayuda con el silencio. La
mayoría de los estadounidenses reconocería que en esta declaración hay una
contradicción: "Aunque estoy opuesto personalmente a la esclavitud, al racismo o
al sexismo, no puedo imponer mis ideas personales en el resto de la sociedad".
El verdadero pluralismo depende de si la gente con convicciones lucha
vigorosamente para promover sus creencias por todos los medios éticos y legales
a su disposición.
25. Hoy, los católicos corren el
riesgo de cooperar con un pluralismo falso. La sociedad secular permite a los
creyentes cualquier convicción moral que epos deseen -mientras las guarden
dentro de la esfera privada de su conciencia, en sus hogares a iglesias, y fuera
del foro público. La democracia no es un substituto de la moralidad, ni un
remedio para la inmoralidad. Su valor depende -o fracasa- de los valores que
encarna y promueve. Solamente la promoción sin tregua de la verdad sobre
la persona puede infundir en la democracia los valores correctos. Esto es to que
Jesús quiso decir cuando nor pidió que fuéramos la levadura de la sociedad. Los
católicos estadounidenses han buscado por mucho tiempo asimilarse a la vida
cultural de este país. Pero al asimilarse, hemos sido frecuentemente totalmente
"digeridos". Hemos sido cambiados demasiado por nuestra cultura, y no la
hemos cambiado to suficiente. Si somos levadura, debemos llevar todo el
Evangelio a nuestra cultura, un Evangelio de vida y alegría. Eso es
nuestra vocación de creyentes. Y no hay un mejor sitio para empezar que con la
promoción de la belleza y la santidad de la vida humana. Los que reclaman que
promueven la causa de la vida mediante la violencia o la amenaza de violencia
contradicen el corazón mismo del Evangelio.
26. La Escritura nos dice: "Hagan
to que dice la Palabra, pues al ser solamente oyentes... [porque] si la fe no se
demuestra por la manera de actuar, está completamente muerta" (Stgo 1:22, 2:17).
Jesús mismo nos instruyó así: "Vayan y hagan que todos los pueblos Sean mis
discípulos...y enséñenles a cumplir todo to que yo les he encomendado..." (Mt
28:19-20). La vida en Cristo es una vida de testimonio vivo. Exige
liderazgo moral. Cada bautizado según la verdad de la fe católica es un
miembro del "pueblo de vida" enviado por Dios a evangelizar el mundo.
27. Dios está siempre listo a
responder a nuestras peticiones por las virtudes necesarias para hacer su
voluntad. Primero que todo, necesitamos el valor y la honestidad para
hablar la verdad sobre la vida humana, no importa to que nos cueste. La gran
mentira de nuestro tiempo es que somos impotentes ante los arreglos, estructuras
y tentaciones de la cultura de las masas. Pero no somos impotentes. Podemos
hacer la diferencia. Pertenecemos al Señor, y en Él está nuestra fuerza, y
mediante Su gracia, podemos cambiar el mundo. También necesitamos la humildad
para escuchar atentamente tanto a los amigos como a los enemigos del aborto,
aprendiendo de ambos y olvidándonos de nosotros mismos. Necesitamos la
perseverancia para continuar la lucha por la protección de la vida humana,
sin importarnos las derrotas, confiando en Dios y en los frutos que finalmente
producirá la tarea que Él nos ha encomendado. Necesitamos la prudencia
para saber cuándo y cómo actuar en el foro público -y también reconocer y
descartar el temor de actuar que se confunde con la prudencia. Y finalmente,
necesitamos la gran base de toda vida apostólica: fe, esperanza y amor.
Fe no en abstracciones morales o políticas, sino en la presencia personal de
Dios; esperanza no en nuestra propia creatividad, sino en Su bondad y
misericordia; y amor por los demás, incluyendo a los que nos contradicen, y
basados en el amor que Dios derrama sobre nosotros.
28. Estas virtudes, igual que el
Evangelio de la vida que ellas ayudan a vivificar, tienen serias implicaciones
para todo cristiano que participa en cualquier modo en la vida pública de la
nación.
29. Como obispos, tenemos la
responsabilidad de llamar a los estadounidenses a la conversión, incluyendo a
las autoridades políticas, y especialmente a los que públicamente se identifican
como católicos. Como el Santo Padre nos recuerda en El esplendor de la verdad
(Veritatis Splendor) : "...Forma parte de nuestro ministerio pastoral...
vigilar sobre la transmisión de esta enseñanza moral [de la Iglesia] y recurrir
a las medidas oportunas para que los fieles sean preservados de cualquier
doctrina y teoría contraria a ello" (no. 116). Por ser los maestros principales
de la Iglesia, tenemos por tanto que explicar, persuadir, corregir y amonestar a
los que desde sus funciones de liderazgo contradicen el Evangelio de la vida con
sus acciones y política. Las autoridades católicas en la vida pública que
desoyen la enseñanza de la Iglesia sobre la inviolabilidad de la persona
conspiran indirectamente en la matanza de vidas inocentes. Una llamada privada a
la conversión debería ser siempre el primer paso para tratar a esas autoridades.
Mediante la oración, expresando la verdad con amor, y con el testimonio de
nuestra vida, debemos procurar siempre abrir su corazón a la dignidad dada por
Dios a los no nacidos y a todas las personas indefensas. Por tanto debemos
siempre recordar a esas autoridades que tienen la obligación de ejercer
auténtico liderazgo moral en la sociedad. Hacen esto no con la adherencia
inconsciente a las encuestas de la opinión pública o con la repetición de frases
pro-vida pero vacías, sino educándose, y también educando a sus constituyentes,
y haciéndose sensitivos hacia la humanidad del niño no nacido. Al mismo tiempo
necesitamos redoblar nuestros esfuerzos para evangelizar y catequizar nuestra
gente sobre la dignidad de la vida y la inmoralidad del aborto. Sin embargo,
algunas autoridades católicas pueden eximirse de la verdad rehusando abrir su
mente al testimonio de la Iglesia. En todo caso, los obispos tienen la
obligación y la responsabilidad pastoral de continuar retando a esas autoridades
sobre el asunto en cuestión y llamarlos con persistencia a la conversión de
corazón. Como obispos reflexionamos particularmente en las palabras del Oficio
de Lecturas:
No seamos perros que no ladran
ni espectadores silenciosos, ni sirvientes pagados que salen huyendo antes de
que llegue el lobo. Al contrario, seamos pastores esmerados en el cuidado del
rebaño de Cristo. Prediquemos el plan de Dios completo a los poderosos y a los
humildes, a los ricos y a los pobres, a los hombre de todo rango y edad,
mientras Dios nos dé la fuerza en tiempo y en destiempo, como San Gregorio
escribe en su libro de Instrucción Pastoral. (10)
30. Sacerdotes, religiosos,
catequistas, maestros en escuelas católicas, ministros de la vida en familia y
teólogos, todos comparten, cada uno en su propio estilo, la tarea de la Iglesia
de formar fieles católicos que tengan reverencia por la santidad de la vida. Los
llamamos a renovar su compromiso con esa tarea. En palabras y ejemplo, deben dar
testimonio con lealtad y alegría a la verdad que cada vida humana, en cada etapa
de su desarrollo, es un don de Dios. Médicos, enfermeras y trabajadores del
cuidado de la salud pueden afectar la vida de las mujeres y jóvenes que estén
considerando el aborto dándoles ayuda práctica, orientación y alternativas para
la adopción. De la misma importancia, ellos deben ser evangelizadores de sus
propias profesiones, dando testimonio con palabras y ejemplo de que Dios es el
Señor de la vida.
31. Católicos con el privilegio de
servir en puestos públicos de liderazgo tienen el deber de poner su fe en el
corazón de su servicio público, especialmente en aquellos asuntos que tocan la
santidad de la vida humana. Tomás More, el antiguo canciller de Inglaterra que
escogió entregar su vida antes que traicionar sus convicciones católicas, al
dirigirse a su ejecución pronunció estas palabras: "Muero como el buen siervo
del rey, pero de Dios primero". En Estados Unidos a fines de la década de 1990,
autoridades elegidas preservan la cabeza. Pero algunas sufrirán pérdidas
políticas por llevar a cabo sus funciones públicas según sus convicciones en pro
de la vida. Para los que escogen ese camino, les aseguramos que su posición es
justa, que salvan vidas mediante su testimonio, y Dios y la historia no los
olvidarán. Además, el riesgo de ser testigo no debe exagerarse, y el poder de
ser testigo no debe subvalorarse. En una época de engaños, muchos votantes están
hambrientos de tener algo substancioso. Ellos admiran y apoyan figuras políticas
que hablan sinceramente por sus convicciones morales. Nosotros, por nuestra
parte aplaudimos a los católicos y a otras autoridades públicas, que con
valentía y determinación usan sus puestos de liderazgo para promover el respeto
por toda vida humana.
32. Urgimos a las autoridades
católicas que escogen abandonar la enseñanza católica sobre la inviolabilidad de
la vida humana en su vida pública que consideren las consecuencias de su propio
bienestar espiritual, como también el escándalo a que se exponen al llevar a
otros a cometer serios pecados. Les pedimos que reflexionen sobre la grave
contradicción de asumir puestos públicos y de presentarse como católicos
creíbles cuando sus actos hacia asuntos concernientes a la vida humana no están
de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Ninguna autoridad pública,
especialmente una que se considere ser un católico fiel y de verdad, puede
responsablemente abogar por, o apoyar activamente, ataques directos sobre la
vida humana inocente. Ciertamente hay momentos cuando puede que sea imposible
revocar una ley o impedir su aprobación si permite o promueve un mal moral -tal
como una ley que permite la destrucción de la vida humana por nacer. En tales
casos, una autoridad constituida, cuya posición a favor de la vida es conocida,
podía buscar legítimamente limitar el daño causado por la ley. Sin embargo,
ninguna apelación a la política, el proceso, el deseo de la mayoría ni el
pluralismo, excusan a una autoridad constituida de defender la vida lo más
posible. Como es cierto para los dirigentes en todos los caminos de la vida,
ningún dirigente político puede evadir su responsabilidad en el ejercicio del
poder (Evangelium Vitae, nos. 73-74). Aquellos que justifican su inactividad
basándose en que el aborto es legal en la nación necesita reconocer que hay una
ley superior, la ley de Dios. Ninguna ley humana puede contradecir válidamente
el Mandamiento: "No matarás".
33. El Evangelio de la vida deberá
proclamarse, y la vida humana ser defendida, en todo lugar y en todo momento. El
campo de acción para la responsabilidad moral incluye no sólo los corredores del
gobierno, sino también las urnas electorales. Las leyes que permiten el aborto,
la eutanasia y el suicidio asistido son profundamente injustas y debemos luchar
por medios pacíficos y sin descanso para oponernos a ellas y cambiarlas. Porque
son injustas no pueden obligar a ningún ciudadano ir en contra de su conciencia,
apoyarlas, aceptarlas o reconocerlas como válidas. Nuestra nación no puede
aceptar la continua existencia en nuestra sociedad de tales violaciones
fundamentales de los derechos humanos.
34. Animamos a todos los
ciudadanos, especialmente a los católicos, que consideren su ciudadanía no sólo
como un deber y un privilegio, sino como una oportunidad para participar con
gran sentido en la edificación de la cultura de la vida. Todas las voces cuentan
en el foro público. Todos los votos cuentan. Todos los actos de ciudadanía
responsable son un ejercicio de gran valor individual. Debemos ejercer ese poder
de manera que defienda la vida humana, especialmente la de los hijos de Dios que
no han nacido, que son minusválidos o indefensos. Las autoridades públicas que
tenemos son las que nos merecemos. Su virtud -o falta de ella- es un juicio no
sólo sobre ellos, sino sobre nosotros. Por eso, urgimos a nuestros hermanos
ciudadanos que vayan más allá de la política partidista, que analicen las
promesas de las campañas con un ojo crítico y que escojan sus dirigentes
políticos según su principio, no su afiliación política o el interés propio.
35. Urgimos a los padres que
recuerden las palabras del Concilio Vaticano II y de nuestro Santo Padre en
Sobre la familia (Familiaris Consortio), que la familia es "la célula
primera y vital de la sociedad" (no. 42).(11) Como marche la familia así marcha
la cultura. Los padres son los educadores primarios de sus hijos, especialmente
en áreas tan importantes como la sexualidad humana y la transmisión de la vida
humana. Ellos moldean la sociedad hacia el respeto por la vida humana
abriéndose ellos primero a la nueva vida; luego formando a sus hijos
-mediante su ejemplo personal- con reverencia hacia los pobres, los ancianos y
la vida que se desarrolla en el vientre. Las familias que viven el Evangelio de
la vida son agentes importantes de evangelización mediante su testimonio.
Pero además, deben organizarse "para procurar que las leyes e
instituciones del estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan
activamente los derechos y los deberes de la familia", para el propósito de
transformar la sociedad y avanzar la santidad de la vida (no. 44).
36. Las mujeres juegan un
papel único en la transmisión y cuidado de la vida humana. Ellas son las que
mejor entienden el trauma amargo del aborto y el vacío y esterilidad en el
corazón del vocabulario de la "elección". Por tanto, les pedimos a las mujeres
que asuman un papel especial en promover el Evangelio de la vida con un nuevo
feminismo pro-vida. Las mujeres están altamente cualificadas para orientar y
apoyar a otras mujeres que se enfrentan a embarazos inesperados, y ellas han
estado a la vanguardia en el establecimiento y el manejo de más de 3,000
centros para ayudar durante el embarazo en todo Estados Unidos. Ellas, de manera
más fructífera que cualquier otro, pueden ayudar a las autoridades públicas a
comprender que cualquier agenda política que espera proteger los derechos
iguales de todos, deberá afirmar los derechos iguales de cada niño, nacido o no
nacido. Ellas pueden recordarnos que la declaración de esta nación de los
derechos dados por Dios, junto con el mandamiento "No matarás", son los puntos
de partida para la verdadera libertad. Si se escoge cualquier otro sendero
contradecimos nuestra propia identidad como nación dedicada a la "Vida, la
Libertad y la búsqueda de la Felicidad".
37. Aplaudimos a todos los
que proclaman y sirven al Evangelio de la vida. Con su activismo
pacífico, educación y oración, dan testimonio de la verdad de Dios y encarnan el
mandamiento de nuestro Señor de amarse mutuamente como El nos amó. Con su
servicio a las mujeres que han tenido abortos, ellos traen Su paz y consuelo.
Les urgimos que perseveren en esta difícil tarea, y que no se desanimen. Al
igual que la Cruz de nuestro Señor, la fiel dedicación al Evangelio de la vida
es una "señal de contradicción" en nuestro tiempo.
38. Como el Papa Juan Pablo II nos
ha dicho: "Es un tributo a la Iglesia y la apertura de la sociedad
estadounidense que tantos católicos en Estados Unidos participan en la vida
política". El Santo Padre nos recuerda que "la democracia es...una aventura
moral, una prueba continua de la capacidad del pueblo para gobernarse de manera
que se sirva el bienestar común y el bien de cada ciudadano. La sobrevivencia de
una democracia dada depende no sólo de sus instituciones. sino aun más, en el
espíritu que inspira e ilumina sus procesos para legislar, administrar y juzgar.
En verdad, el futuro de la democracia depende de una cultura capaz de formar
hombres y mujeres preparados para defender ciertas verdades y valores". (12)
39. Al concluir este siglo
estadounidense y acercarnos a una nueva era para nuestra nación y el mundo,
creemos que el propósito de los Estados Unidos es de esperanza y mérito. En las
palabras de Robert Frost, nuestra vocación es tomar "el camino menos
transitado", el camino de la libertad humana con raíces en la ley; una ley
enraizada, a su vez, en la verdad sobre la santidad de la persona.
Pero el futuro de una nación se decide por cada nueva generación. La
libertad siempre implica la habilidad de escoger entre dos caminos: uno que
lleva a la vida; el otro a la muerte (Dt 30:19). Ahora nos toca a nosotros
escoger. Apelamos a todo el pueblo de Estados Unidos, especialmente a las
autoridades, y entre ellos de manera especial a los católicos, para que
comprendan la opción crucial ante nosotros. Urgimos a todas las personas de
buena voluntad a que laboren con entusiasmo para lograr la transformación
cultural que necesitamos, una verdadera renovación en nuestra vida pública a
instituciones basada en la santidad de toda la vida humana. Y finalmente, igual
que Dios confió su Hijo a María hace casi 2,000 años para la redención del
mundo, concluimos esta carta hoy, confiando a María todos los esfuerzos de
nuestra gente para dar testimonio auténtico al Evangelio de la vida en el foro
público.
María, patrona de América,
renueva en nosotros el amor por la belleza y santidad de la persona desde la
concepción hasta la muerte natural; y al igual que to Hijo dio Su vida por
nosotros, ayúdanos a vivir nuestra vida en servicio de los demás. Madre de la
Iglesia, Madre de nuestro Salvador, abre nuestro corazón al Evangelio de la
vida, protege nuestra nación, y haznos testigos de la verdad.
Notas
- Henry Luce, "The American
Century,"
Life (17 de febrero de 1941).
- Juan Pablo II, Partida desde el
Aeropuerto Internacional de Baltimore/ Washington, Discurso de Partida, 8 de
octubre 1995; Origins 25:18 (19 de octubre de 1995): 318.
- Juan Pablo II, Homilía en el
Giants Stadium, 5 de octubre de 1995; Origins 25:18 (19 de octubre de
1995): 305.
- Juan Pablo II, Homilía en el
Giants Stadium, 5 de octubre de 1995; Origins 25:18 (19 de octubre de
1995): 303.
- Juan Pablo II, Llegada a Newark,
Discurso en el aeropuerto, 4 de octubre de 1995; Origins 25:18 (19 de
octubre 1995): 301.
- En Planned Parenthood v.
Casey, 505 U.S. 833 (1992), la Suprema Corte sostuvo la mayoría de las
provisiones que habían sido cuestionadas por una ley en Pennsylvania que
regula el aborto. La Corte declinó, sin embargo, revocar to que llamó la
"proposición central" de Roe v. Wade y dijo: "[D]urante dos décadas de
desarrollo económico y político, la gente ha organizado sus relaciones íntimas
y ha escogido de manera que definen puntos de vista sobre sí mismos y su lugar
en la sociedad, confiados en la disponibilidad de un aborto en caso que la
contracepción falle" (505 U.S. at 856).
- Juan Pablo II, Homilía en Camden
Yards, "Qué es la Libertad", 8 de octubre de 1995; Origins
25:18 (19 de octubre de 1995): 314.
- Juan Pablo II, Discunso al
aceptar las cartas credenciales del embajador de EE.UU. a la Santa Sede, 16 de
diciembre de 1997; Origins 27 (8 de enero de 1998): 488 (citando a C.
Herman Pritchett, The American Constitution [New York: McGraw-Hill,
1977], 2).
- Junta Administrativa, United
States Catholic Conference, Responsabilidad Política: Proclamando el Evangelio
de la Vida, Protegiendo a los Más Pequeños Entre Nosotros y Buscando el Bien
Común (Washington, D.C.: United States Catholic Conference, 1995), 12.
- Boniface, Ep. 78: MGH,
Epistolae, 3, 352, 354; from Liturgy of the Hours According to the Roman
Rite, vol. III (New York: Catholic Book Publishing Co., 1976), 1457.
- Cf. también el Decreto sobre
el apostolado de los seglares (Apostolicam Actuositatem) (Washington,
D.C.: United States Catholic Conference, 1965), no. 11.
- Juan Pablo II, comentarios a los
obispos de Texas, Oklahoma y Arkansas en su visita Ad Limina (27
de junio de 1998); Origins 28:16 (1 de octubre de 1998), 282.