En los Estados Unidos estamos en tiempos de graduaciones. Hace poco tuve la bendición de visitar la Academia Naval en donde se forman los futuros oficiales de la marina estadounidense. Como introducción del tour que ofrece la Academia se proyecta un corto cinematográfico. Hacia el final del corto se muestra a todos los graduados lanzando sus sombreros al cielo como símbolo del final y del comienzo de una nueva etapa en sus vidas.
Es bueno recordar esos hermosos momentos de etapas culminadas, y cuyas ceremonias de graduación son un canto de agradecimiento a Dios por todos los dones derramados, no solamente a nivel académico, fruto del esfuerzo de profesores y alumnos, sino también por el esfuerzo de esos héroes anónimos que son los familiares encargados de animar y muchas veces financiar la educación de sus hijos. He sido testigo de muchos sacrificios que son realizados por los padres para ofrecer la posibilidad de estudiar a sus hijos; mención especial merecen las madres solteras que se han entregado por completo para que sus hijos tengan una mejor preparación.
Aquí en los Estados Unidos es impresionante también el caso de los inmigrantes hispanos. He sido testigo de papás de la clase popular con dos y hasta tres trabajos, para poder ofrecer a sus hijos la posibilidad de estudiar en la Universidad. Yo he conocido muchas santas madres y santos padres anónimos en mis años como sacerdote.
Sin embargo, toda esta fiesta de agradecimiento por el esfuerzo de unos y otros; toda esta fiesta del reconocimiento y de la alegría por una etapa que finaliza y otra que se inicia, ha sido truncada para los abortados de esta generación que dejarán “sus sillas vacías” en estas ceremonias de graduación.
Desde Sacerdotes por la Vida promocionamos el honrar en este día tan especial de la graduación, a todos esos hermanos nuestros y compañeros de curso a los cuales se les privó el poder estar celebrando su graduación junto a sus familiares y amigos
Algunos se podrían preguntar por qué darle este toque triste a una fiesta de tanta alegría. La respuesta la podemos encontrar dando un ejemplo. Imaginemos que una semana antes de la fiesta de graduación en una secundaría uno de los estudiantes muere en un accidente o es asesinado. ¿Sería recordado en el acto de graduación de alguna manera? La respuesta es obvia. Lo mismo se aplica en el caso del aborto porque solamente los Estados Unidos son abortados 1.3 millones de bebés anualmente durante los nueve meses del embarazado. La Cultura de la Vida comienza por desenmascarar la cultura de la muerte.
¿Cómo introducir este recuerdo en las ceremonias de graduación?
Desde Sacerdotes por la vida proponemos dejar una silla (o varias) vacía simbólica en la primera fila de los graduandos con la toga, birrete y diploma; y durante la ceremonia hacer un recordatorio por esos compañeros que hoy no están presentes por el aborto con palabras como las que siguen o similares.
"En este día de alegría, damos gracias a Dios por nuestros logros. Al mismo tiempo, no podemos ignorar a aquellos cuyas vidas se han perdido, y que de otra manera habrían estado con nosotros para compartir la alegría de este día.
Con la caridad hacia todos y sin condenar a nadie, nosotros, la promoción del 2012 (o del nombre que hayan elegido), desea honrar y recordar a aquellos que han perdido sus vidas debido a que fueron abortados. (Hacemos ahora una pausa en un momento de silencio, mientras encendemos esta vela en su memoria)
A medida que avanzamos en un nuevo capítulo de nuestras vidas, nos comprometemos a construir una cultura de la vida, en la que los padres nunca deban sentir que la única manera de resolver sus problemas es abortar a su hijo, y honramos la dignidad de la vida humana, especialmente la protección de los más indefensos, los bebés no nacidos. Los invitamos a todos a unirse a nosotros en la lucha por este objetivo”.
También se puede añadir un espacio especial para recordarlos en el libro de graduación.
Sigamos construyendo juntos la Cultura de la Vida.