Cada frase del Padrenuestro nos ofrece intuiciones sobre nuestra condición pro-vida.
“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. La unión con la voluntad de Dios es el núcleo de la salvación y la esencia de la santidad. Es también la piedra angular de la cultura de la vida. Decir “hágase tu voluntad” es lo opuesto de “hágase mi voluntad, todo depende de mi elección”.
Cuando vemos a un niño vivo en el vientre, vemos la voluntad de Dios. El Señor nunca hace seres humanos por accidente. Cada niño existe precisamente porque Dios desea que exista, no importan las circunstancias que rodean a su existencia.
Cuando decimos “hágase tu voluntad”, expresamos confianza que así como Dios ha dicho sí al niño, también nosotros podemos hacerlo. El nos dará la fortaleza necesaria para seguir su plan.
Más aún, rezamos que se haga su voluntad “en la tierra como en el cielo”. En el cielo los santos y los ángeles están unidos perfectamente con Dios porque lo ven tal cual es. El que ve a Dios cara a cara no puede pecar porque está absolutamente claro que no hay bien que supere a Dios mismo.
Algunos reconocen a “Dios” y después abortan a sus niños porque aquí en la tierra nuestra visión está oscurecida y es imperfecta. Por eso, en la oración del Señor le pedimos que no seamos inducidos al error de pensar que algo bueno puede seguirse de una ofensa a Dios.
“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Le pedimos al Padre las provisiones que necesitamos diariamente para vivir y para servirle. Le pedimos la fortaleza espiritual para resistir las tentaciones que seguramente encontraremos en nuestro camino y también la gracia para hacer progresar a su Reino.
Esto significa también que rezamos por las gracias que necesitamos para promover el avance de la protección de la vida humana. Podemos estar tentados a transigir con la cultura de la muerte. Pedimos por el pan diario que nos da la fuerza para defender la vida, hablar en nombre de quienes no tienen quien los ayude, intervenir a favor de los débiles. Rezamos también para que aquellos que están tentados a abortar sus hijos por motivos económicos experimenten la ayuda del pueblo de Dios, el pan diario de su generosidad.
“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” Le pedimos al Señor que nos use de ejemplo por la forma en que generosamente y rápidamente perdona nuestros pecados.
El tiene más deseos de perdonarnos los pecados que nosotros. Esto no sólo debe darnos confianza, sino que debe ayudarnos a inspirar confianza en los que desesperan. Uno de los pecados más difíciles de confesar es el aborto. Y aún en ese caso, el Señor está listo a derramar su misericordia sobre los que se arrepienten.
Nada puede disminuir el horror del aborto y no hay nada que lo justifique. Sin embargo, innumerables personas se acercan diariamente a la cruz donde encuentran que incluso este pecado ha sido lavado en la Sangre de Cristo.