En su sermón de Navidad de 1967, Martin Luther King predicó lo siguiente: “La próxima cuestión que debe ocuparnos si hemos de tener paz en la tierra y buena voluntad entre todos los hombres es la afirmación no violenta de la sacralidad de toda vida humana. Todo hombre es alguien porque es hijo de Dios… El hombre es mucho más que… electrones que giran o una bocanada de humo… El hombre es hijo de Dios, hecho a su imagen y por lo tanto debe ser respetado como tal… Y cuando verdaderamente creamos en la sacralidad de la persona humana, no explotaremos a la gente, no pisotearemos a la gente con el pie de hierro de la opresión, no mataremos a nadie.”
La Navidad es una celebración maravillosa. Me encantan la festividad y las decoraciones, la música y las comidas. La Navidad celebra el mayor regalo que hemos recibido, Jesucristo, y por eso motivo debe ser un tiempo de grandes fiestas.
Pero al recibir semejante regalo, también recibimos una gran obligación que le corresponde, el deber de acoger. Cristo viene, pero no viene solo. Trae su amor, pero al hacerlo, nos trae la carga de amar a todos los que él ama. Sin embargo, su yugo es llevadero y su carga ligera porque nos da el poder de amar a todos los que él ama.
Luego, la Navidad elimina la opción de excluir gente de nuestro amor. Dios tiene un rostro, y en ese rostro entendemos la dignidad de todos los que compartimos su naturaleza humana, incluyendo nuestros hermanos y hermanas en el vientre.
También entendemos que todos los que comparten la naturaleza humana le pertenecen a Aquel que toma esa naturaleza en Navidad. Esta Fiesta muestra claramente que ningún ser humano puede poseer a otro u oprimir a otro. Dios es ahora uno de nuestros hermanos en la familia humana. Pretender poseer u oprimir a cualquiera que comparte nuestra condición humana es, por lo tanto, pretender poseer u oprimir a Dios mismo.
El Concilio Vaticano II enseñó: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS, 22). Por eso el Evangelio de la Vida señala: “Precisamente en la « carne » de cada hombre, Cristo continúa revelándose y entrando en comunión con nosotros, de modo que el rechazo de la vida del hombre, en sus diversas formas, es realmente rechazo de Cristo” (EV, 104) y también: “quien atenta contra la vida del hombre, de alguna manera atenta contra Dios mismo” (EV, 9).
Al celebrar la Navidad, unámonos a las palabras del Dr. King y recemos la bellísima oración compuesta por nuestro asistente pastoral Jim Pinto:
Oración del rostro
Padre Celestial,
en este día abrazo tu gracia,
para no
pensar de otro,
hablar a otro o
tocar a otro
sin mirar antes
tu Rostro en el otro.
Te lo pido por
Jesucristo,
Dios Encarnado,
Dios con piel,
Dios que se hace pobre,
Dios con Rostro. ¡Amén!