Nacido en un establo

 
Fr. Victor Salomón
Priest Associate, Priests for Life
December 25, 2009


Para muchos la Navidad es un tiempo de fiesta para salir a beber  y a bailar al ritmo de la música, en general, una celebración  cada vez con menos contenido religioso.  También algunos le dan un sentido de festividad familiar porque  se reúnen  para compartir regalos y expresarse  amor.  Por lo tanto, es una celebración anual que ha sido despojada, lenta y progresivamente, de su significado original religioso.  Sin embargo, aún resiste al clima reinante  la costumbre, en algunos países,  de cantar aguinaldos lo cual consiste en ir de casa en casa a cantarle al Niño Dios en el pesebre.     Creo no equivocarme al decir que Jesús ya no es el centro de la celebración navideña para la mayoría de los bautizados. 


¿Qué estamos llamados a celebrar en Navidad?  Lo que celebramos  es que Dios, el Todo Poderoso, el Creador, el “Totalmente Otro”, la Divinidad misma se hizo uno de nosotros: carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos.  En términos teológicos celebramos la Encarnación del Verbo, la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad de Amor.  Nuestro Dios se hizo hombre para  Salvarnos del pecado.  Dios Padre nos mandó al Hijo para abrirnos el camino de regreso a Él.  Jesús se hace nuestro puente-camino para regresar a la Casa del Padre.  Qué alegría debemos sentir en nuestros corazones por esta hermosa Verdad.  El pecado y las tinieblas no tuvieron la última palabra.  Nuestro Dios, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, tiene la última Palabra y ésta es una Palabra de Vida Eterna que comienza en el hoy de la historia para alcanzar su plenitud después de la muerte. 


Esta alegría es tan desbordante que, por ejemplo,  en Venezuela la Santa Sede permite celebrar las misas de Aguinaldo con música muy alegre y los sacerdotes vestidos de blanco, ya prácticamente entrando en la celebración del misterio de la Navidad.  En algunos sitios estas misas se celebran al amanecer  para resaltar el Nacimiento del Nuevo Sol de Justicia y Amor, que nace en el pesebre de Belén.


¿Qué podemos aprender del Dios nacido en un establo para animales?


1.       La primera enseñanza al nacer en la pobreza absoluta es, recordarnos, que solamente necesitamos del cuidado de la Providencia de Dios para vivir.  Además, Dios nace pobre porque quiere expresarnos que viene para los marginales, para esos que no tienen nada sino solamente a Él. Los pastores no podrían haber llegado hasta Él si hubiera nacido en la corte imperial.   Vino y sigue viniendo para los pecadores que viven en la oscuridad del pecado, la peor de las pobrezas.  Pudo nacer rodeado de la guardia imperial del César, pero prefirió el establo para recordarnos que nuestra protección nos viene de Él y no de ningún poder externo.  El Padre se encargará de proteger la vulnerabilidad humana  del Hijo hasta el momento de su entrega final en la Cruz.  Lo mismo hace el Padre con cada uno de nosotros.  No debe importarnos lo que piensen los demás si nuestra conciencia está en paz con Dios.  Lo mismo que en el caso de  Jesús, el Padre cuidará de nosotros hasta el momento de nuestro último suspiro para regresar al abrazo de Amor Eterno junto a la corte celestial.


2.       “Nadie tiene mayor amor que el que de la Vida por sus amigos” Jn 15,13 La Cruz es la otra gran enseñanza del Dios nacido en Belén.  La liturgia de la Iglesia celebra inmediatamente después del Nacimiento el 25 de diciembre dos fiestas de mártires.  El 26 la de San Esteban, el primer mártir y, el día 28, la de los santos  inocentes.  La  Iglesia, sabia en su tradición milenaria, nos recuerda que la ternura del bebé en el pesebre se transformará pronto en persecución  y exilio, para coronar su entrega de Amor en el trono de la Cruz.  Esto nos enseña a todos que no nos debe sorprender que debamos también nosotros pasar por nuestras propias “persecuciones” y “exilios”; y, especialmente, no ser sorprendidos  porque tengamos que transitar nuestros “Via Crucis” particulares.  No podemos ser más que nuestro maestro.


3.       La tercera enseñanza es que Dios quiso ser concebido y desarrollarse en el vientre de una mujer hasta el momento del parto.  De esta manera reconfirmó la sacralidad de la Vida humana.  En el encuentro de Isabel y María, ambos niños manifiestan su vida en el vientre materno.  La Navidad es también un eco eterno del valor de la Vida humana desde la concepción.  Defendámosla, pues,  en nuestros hermanitos y hermanitas más pequeños como María y José protegieron a Jesús.  Espero que los senadores y diputados que  “hacen pactos farisaicos” para aprobar una ley que permita que los impuestos financien la matanza de los bebés no nacidos, no celebren el Nacimiento de nuestro Señor con las manos machadas de sangre.  Reaccionen, aún están a tiempo para no pasar a la historia como los “Nuevos Herodes”.


Jesús, nuestro Salvador, nuestro Redentor es la Navidad.  No tengamos miedo.  No estamos solos, tenemos a nuestro Dios con nosotros hasta el fin del mundo.  Jesús nace en nuestros corazones para que lo llevemos, como María, a los demás. 


Frente a este Misterio lo propio es arrodillarnos y contemplar  en silencio a Dios hecho Niño, por Amor, en el establo.


Termino con una estrofa de un  aguinaldo venezolano.   


Niño lindo, ante ti me rindo.


Niño lindo eres tu mi Dios.


Niño lindo, ante ti me rindo.


Niño lindo eres tu mi Dios.


Priests for Life
PO Box 236695 • Cocoa, FL 32923
Tel. 321-500-1000, Toll Free 888-735-3448 • Email: mail@priestsforlife.org