Se afirma que Elena Kagan, nominada para la Corte Suprema, “considera que los derechos al aborto son la ley establecida” (USA Today, 21 de mayo, p. 5A). Durante el proceso para su confirmación podemos esperar que algunos senadores se hagan eco de esa afirmación. Sin embargo las cortes y legislaturas tienen una orgullosa historia en el cambio de “leyes establecidas”.
En varias ocasiones, los Estados Unidos recuperaron el reconocimiento de la dignidad de aquellos que fueron privados de sus derechos y sufrieron violencia amparada por la ley bajo diferentes nombres. Este amparo legal fue a menudo temporariamente reconocido equivocadamente por la Corte Suprema pero esas decisiones fueron reversadas.
Dred Scott vs. Sandford (1856) es la instancia que se cita con mayor frecuencia. El derecho a la propiedad del dueño de esclavos eclipsó y avasalló el derecho del esclavo a la libertad. Pero eventualmente se enmendó la Constitución para corregir el error.
Decisiones como Lochner vs. New York (1905) exhiben otro error. El derecho a contratar de los empleadores eclipsó y avasalló el derecho de los trabajadores a condiciones y horarios humanos. Estos abusos fueron corregidos por decisiones subsiguientes de la Corte Suprema como Muller vs. Oregon y Bunting vs. Oregon.
La doctrina “separados pero iguales” de Plessy vs. Ferguson (1896) que sancionó la segregación fue desechada unos 58 años después por Brown vs. Board of Education.
Decisiones equivocadas como Hammer vs. Dagenhart (1918) institucionalizaron el trabajo de menores. Pero ello fue revocado 23 años después por United States vs. Darby. Se produjo un nuevo desarrollo, “un momento pedagógico” en el derecho constitucional. La pregunta era si los derechos constitucionales se aplicaban a los niños. La respuesta fue sí.
Muchos casos de la Corte Suprema fueron reversados cuando se presentó nueva evidencia que aclaró que se violaban derechos de algunos que previamente no se reconocían. Así, Louis Brandeis aportó datos sobre la forma en que los trabajadores eran perjudicados.
Estamos asistiendo al desarrollo de la misma tendencia en relación a los niños en el vientre. Evidencia disponible por algún tiempo que demuestra su humanidad está encontrando su camino a las legislaturas y las cortes. Uno de los ejemplos más sorprendentes nos llega desde Dakota del Sur.
Las cortes federales han convalidado la ley de Dakota del Sur que requiere que los proveedores de abortos les digan a las mujeres que el procedimiento destruye a un “ser humano íntegro, separado, único, vivo”. Esto fue posible por la evidencia presentada a la Corte sobre la humanidad del niño por nacer.
Los cientos de ciencias embriológicas y evidencia masiva del daño que el aborto causa a las mujeres, combinados con nuevos conceptos legales permiten cuestionar a Roe vs. Wade de la misma manera que otras decisiones ancestrales fueron cuestionadas.
El día siguiente a la decisión Roe vs. Wade, el New York Times publicó un titular que decía: “La Corte Suprema resuelve el aborto”. Sin embargo éste se ha mantenido como la cuestión menos resuelta de todo nuestro panorama nacional.
Los hechos expuestos deberían definir la forma en que los senadores, los nominados a la Corte Suprema y el resto de nosotros hablamos del denominado “derecho” a elegir un aborto y Roe vs. Wade. La historia debería forjar nuestro lenguaje y afianzar nuestra esperanza que la política sobre el aborto puede cambiar una vez más de forma radical como ocurrió en 1973.