Casey y Caylee

 
P. Victor Salomón
Director, Hispanic Outreach
The Americano


June 05, 2011



Es
impresionante la cobertura que está teniendo el caso de la presunta madre –Casey-  que asesinó a su pequeña hija –Caylee de dos
años-  aquí en los Estados Unidos y,
obviamente, por la globalización ha sido un caso catapultado para el mundo
entero.




Quiero dedicar mi columna semanal a este tema.


 

Lo primero
que llama poderosamente la atención, como indiqué al principio, es la gran
cobertura que está teniendo el caso en los medios de comunicación social
estadounidense.  Especialmente la cadena
“liberal” de noticias CNN le ha dado un espacio extraordinario.  Tuve la oportunidad de ver una discusión con
6 panelistas en esta cadena, que se lanzaron a condenar la presunta asesina con
una firmeza tal que he visto muy pocas veces en esta cadena de noticias,
solamente comparable con los juicios sobre el terrorista Bin Laden.


 

La pregunta
que me hago es por qué tanta crítica dura hacia esta presunta asesina de su
hija.  ¿Es solamente “amarillismo”
periodístico? ¿Se trata de una sociedad que al unísono condena el presunto
asesinato vil y cruel? ¿O podría haber algo más? 


 

Yo creo que
la principal  razón podríamos encontrarla
en la búsqueda de un chivo expiatorio en esta joven madre.


 

Desde 1973
han sido asesinados legalmente más de 50 millones de bebés en esta
sociedad.  Como hemos repetido en varias
ocasiones, este holocausto no solamente ha dejado 50 millones de bebés víctimas,
sino que ha sepultado en vida  a  millones de madres y padres traumatizados y,
con ello, ha afectado gravísimamente a toda la sociedad en su conjunto.




La dura verdad es que la mayoría de los miembros de esta sociedad permitieron el
inicio de este genocidio legal y masivo en aquél fatídico 22 de enero de 1973, aunque
desde el principio hubo y aún hay un grupo, gracias a Dios creciente día a día,
 de mujeres y hombres que se mantuvieron
y se mantienen firmes en la defensa del 
Bien y la Vedad,  haciendo todo lo
posible que está en sus manos para que las leyes vuelvan a proteger a todos sus
ciudadanos, no solamente a los ya nacidos. 
 Muchos de ellos ahora son aliados
desde el cielo con sus oraciones.


 

Cuando
alguien experimenta la violencia en contra de sí mismo o de otra persona el
trauma  se siembra en todo su ser,
teniendo efectos parecidos del estrés post traumático de alguien que regresa
después de haber estado en una guerra sangrienta o de haber presenciado un
asesinato: tendencia a la depresión y a la violencia, culpabilidad, búsqueda de
anestesia del dolor con las adicciones, etc.


 

Creo que el
“linchamiento mediático”que se le está dando a este caso de la presunta madre
asesina, es una especie de catarsis a coro de los miembros de una sociedad,
especialmente de quienes apoyan el asesinato legal de bebés, que busca un chivo
expiatorio para ocultar su pecado de omisión  por no ser activos en la defensa de sus
prójimos,  frente a una violencia que
diariamente asesina a más de 3000 bebés y sigue afectando y destruyendo en sus
bases esta sociedad estadounidense.


 

El calificativo
de prójimos hacia los bebés no nacidos lo he usado intencionalmente,  en un país donde la mayoría se reconoce como
cristiana.  ¿Quiénes son nuestros
prójimos más indefensos?    En primer
lugar los bebés no nacidos, pero, además, hoy con la conciencia del desarrollo
del conocimiento científico del  trauma post
aborto, también colocamos aquí a las mujeres que en lugar de recibir ayuda
frente a embarazos en circunstancias difíciles, se les facilita el camino a la
muerte en vida.


 

Ojalá se le diera la misma cobertura del
“linchamiento mediático” de la Mamá Casey, a una campaña para evitar que miles
de madres se hagan “cómplices legales” de la muerte de sus hijos, nuestros
prójimos más pequeñitos.  Ojalá, querido
lector, que usted, si lo fuera, no siga siendo cómplice por omisión de esta
grandísima tragedia diaria que es,  sin
lugar a dudas, la más perversa  matanza que
la humanidad ha conocido en su historia hasta el día de hoy.  Usted puede hacer la diferencia.