La Marcha por la Vida (March for Life) es una extraña combinación de gozo y tristeza. Es triste porque conmemoramos una decisión de la Corte que, aunque carece de auténtica validez, sigue permitiendo la destrucción de más de un millón de niños por año. Sin embargo, estamos alegres porque nos reunimos junto con millares de activistas pro-vida que participan con orgullo en la mayor causa a favor de los derechos humanos de nuestro tiempo, y sabemos que nuestra causa prevalecerá.
Este año la Marcha por la Vida se desarrollará el lunes 24 de enero, en vez del 22 (fecha de la decisión Roe vs. Wade), porque el 22 es un sábado.
Aunque es importante marchar, debemos entender que la marcha por la vida es, en esencia, un esfuerzo educativo sobre los "Principios de Vida." La Sra. Nellie Gray, fundadora y presidenta de la Marcha por la Vida, ha hecho siempre hincapié en este punto, y yo quiero hacerme eco. Los Principios de Vida expresan, de manera sucinta, la inviolabilidad absoluta de toda vida humana física, y el hecho que esa vida tiene derecho a ser protegida independientemente de las circunstancias de su concepción. Los "Principios de Vida" son principios de igualdad: la igualdad del nacido y el no nacido, del enfermo y aquel que está sano, del fuerte y el débil, del adulto y el embrión.
Uno de los principios de vida afirma que "la vida de todo ser humano será preservada y protegida desde el comienzo biológico de ese ser humano cuando el espermatozoide del padre fecunda el óvulo de la madre." Esta formulación nos protege de los trucos lingüísticos que algunos juegan cuando redefinen la "concepción" o hablan en términos abstractos sobre su postura filosófica acerca de cuando un ser humano se convierte en una persona. El hecho es que todo ser humano, biológico, vivo es una persona humana.
Como esfuerzo educativo, la Marcha por la Vida tiene cada año un tema. El de este año enfatiza que es el deber de todo estadounidense defender los principios de la vida sin excepción ni concesión.
Nuestro deber hacia estos niños es absoluto y no admite excepciones. Si bien es legítimo que trabajemos paso a paso, en forma incremental, hacia la protección de toda vida, es igualmente necesario que digamos claramente y a menudo adonde queremos llegar: la protección de toda vida, sin excepción. Los niños concebidos en un acto de violación o incesto deben tener igual protección. Los hijos de madres con embarazos médicamente complicados deben tener igual protección.
En un excelente análisis de la legitimidad del programa incremental, Angel Rodriguez Luno, profesor de Teología Moral en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma, dice que "la absoluta oposición personal al aborto de parte del legislador [debe ser conocida] por todos para prevenir cualquier confusión o escándalo." (Véase www.priestsforlife.org/articles/02-09-18evangeliumvitae73.htm). Los líderes del movimiento pro-vida deben, con mayor razón aún, evitar el escándalo que puede ocasionarse aún sin intención si la gente piensa que estamos dando legitimidad moral aunque sea a un aborto.
No lo hacemos; nunca podremos hacerlo. La triste conmemoración de enero es una buena ocasión para reafirmar este hecho.