Nunca he violado la Ley. Nunca me han arrestado.
Sin embargo, a menudo pienso en Monseñor Austin Vaughan, obispo auxiliar de Nueva Cork, quien durante los últimos años de su vida de servicio fiel a la Iglesia, fue arrestado y encarcelado varias veces por rescatar niños por nacer. Había visto lo que hacían los cristianos a lo largo y a lo ancho del país cuando bloqueaban pacíficamente el acceso a los abortuarios interponiendo sus cuerpos entre los bebés y la muerte inminente. Un buen día miró su anillo episcopal y se dio cuenta que las tres imágenes grabadas en él eran las de San Pedro, San Pablo y el Señor Jesús. ¡Todos ellos habían sido arrestados y encarcelados! A partir de ese instante, no dudó más en arriesgarse a que le sucediera lo mismo si ese era el precio que debía pagar por salvar vidas.
La razón humana, la Sagrada Escritura y la historia nos enseñan que aunque estamos llamados a ser ciudadanos respetuosos de la Ley, no siempre está mal quebrantarla. Piensen, por ejemplo, en alguien que rompe la puerta de su vecino para apagar un incendio, o salta sobre una cerca que tiene un cartel que dice "prohibido pasar" para entrar al jardín del vecino y salvar un niño que está ahogándose. Esos casos demuestran que salvar una vida tiene precedencia sobre Leyes que preservan valores menos importantes.
En la Sagrada Escritura abundan los ejemplos. Los apóstoles recibieron órdenes estrictas de no enseñar en nombre de Jesús. (Vean los capítulos 4 y 5 de los Hechos de los Apóstoles). ¿Deberían haber obedecido? Si lo hubieran hecho, no conoceríamos el Evangelio. ¿Obedeceríamos si nos dieran esa orden? ¿Qué le diríamos a la asamblea reunida el domingo si se sancionara esa Ley el viernes?
En el libro del Exodo leemos que "el rey de Egipto dio también orden a las parteras de las hebreas… "Cuando asistáis a las hebreas… si es niño hacedle morir; si es niña dejadla con vida." Pero las parteras temían a Dios y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños." (Ex. 1:15-17) Desobedecieron la orden del rey porque estaba en conflicto con una Ley superior: el mandamiento de Dios de no matar nunca al inocente. Daniel fue a parar a la jaula del león porque desobedeció una Ley que prohibía rezar (Daniel 6).
La historia nos dice que los cristianos fueron martirizados por desobedecer al César, hubo gente que rescató esclavos, protegió a judíos durante el Holocausto y resistió la segregación, todo ello violando la Ley para promover la justicia. La lista de ejemplos alcanzaría para llenar muchos tomos.
Nos arriesgamos a fracasar si ignoramos las lecciones de la historia y los principios de la Escritura. Es fácil mirar atrás y reconocer a quienes violaron la Ley en otros casos y alabarlos. Mas cuando enfrentamos los mismos desafíos nos cuesta reconocer que a veces debemos violar la Ley. Y eso porque ahora somos nosotros los que tenemos que sacrificarnos.
Nunca he quebrantado la Ley. Nunca he sido arrestado. Simplemente, no puedo asegurar que nunca lo seré