Cuando viene algún visitante familiar o miembro de la asociación sacerdotal a la cual pertenezco a Washington DC, suelo llevarlos a conocer el “National Mall” a donde están algunos de los principales monumentos patrióticos de esta nación. Ahí, a las riveras del río Potomac, están los monumentos dedicados a George Washington, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson y, más recientemente, el dedicado a Martin Luther King, Jr. También se encuentran en el lugar otros monumentos en honor a los soldados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, en Corea y en Vietnam.
Especialmente disfruto mucho cuando llegamos al monumento dedicado a Abraham Lincoln, y podemos contemplar a una madre o a un padre explicándole a sus hijos el significado de aquel monumento para el gentilicio estadounidense; o la profesora explicándole lo mismo a sus alumnos; o el abuelo a su nietos…; se puede casi palpar el orgullo y la satisfacción que sienten reflejado en los rostros de estos estadounidenses al dar honor a sus héroes de la patria.
¿Y qué tienen en común todos estos héroes?
El denominador común es que todos ellos consagraron sus vidas a la defensa de la Libertad. El pueblo estadounidense siempre se ha sentido orgulloso de presentarse al mundo como la tierra de y para la libertad. Recientemente escuché una catequesis del Cardenal de la Arquidiócesis de Washington, Su Eminencia Donald Wuerl, en donde comenzaba diciendo que este “valor de la libertad está en el ADN de los estadounidenses”.
Es precisamente esa libertad, en su dimensión de la libertad religiosa, la cual está siendo violada por la actual administración Obama. Y han sido los obispos de esta nación quienes lo están denunciando; esos mismos obispos que han alzado su voz en favor de los pobres y de las injusticias; esos mismos obispos que siempre han abogado por una seguridad social para todos, especialmente para los más pobres; son los mismos obispos que trabajan por la justicia y la paz; en definitiva, es ese mismo episcopado el cual está llamando a todos los estadounidenses a reaccionar frente a este atentado en contra de la libertad religiosa.
Con este fin han lanzado una campaña llamada “Quince días por la libertad”, la cual comenzará el próximo 21 de junio (vísperas de la celebración litúrgica de San Juan Fisher y Santo Tomas Moro, mártires que prefirieron morir antes que arrodillarse frente al poder civil en contra de sus conciencias), y la cual culminará el 4 de julio, día de la celebración de la independencia, con una celebración litúrgica en La Basílica de la Inmaculada Concepción en Washington DC que será transmitida por EWTN.
Las diócesis han sido convocadas para elaborar programas locales para esta quincena por la libertad. Los invitamos a unirnos e invitar en sus diócesis a esta campaña de oración, catequesis y acción en la defensa de la libertad religiosa. En este enlace encontrará la lista de estas iniciativas diocesanas.
Los obispos han publicado un documento de lectura obligada para todos los católicos y personas de buena voluntad que vivimos en esta nación. El título de este escrito resume magistralmente su contenido: “La primera y más preciada de nuestras libertades. Declaración sobre la libertad religiosa”.
En un resumen muy bien elaborado encontramos una mirada a la realidad del ataque a la libertad religiosa, y la propuesta del episcopado para reaccionar frente a esta importante coyuntura de la historia estadounidense.
Invitamos a todos los católicos y personas de buena voluntad para que se unan a esta toma de conciencia nacional sobre “La primera y más preciada de nuestras libertades”.
Terminamos nuestra columna uniéndonos a la oración con la cual se finaliza el documento:
Dios Todopoderoso, Padre de todas las naciones,
Para la libertad nos has hecho libres en Jesucristo (Gal. 5:1).
Te alabamos y bendecimos por el regalo de la libertad religiosa,
la institución de los derechos humanos, la justicia y el bien común.
Concede a nuestros dirigentes la sabiduría para proteger
y promover nuestras libertades;
que por Tu gracia tengamos el valor de defenderlas,
tanto para nosotros como para todos los que viven en esta bendita tierra.
Te lo pedimos por la intersección de María Inmaculada, nuestra Patrona,
Y en el nombre de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo,
en la unidad del Espíritu Santo,
con quien vives y reinas, un solo Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.