El compromiso de defender a los seres humanos más débiles y vulnerables no surge de un partido o una plataforma política ni de una agenda personal o comunitaria. Tampoco surge de los obispos, sacerdotes o pastores. Surge de nuestra misma humanidad creada, como lo es, por la propia mano de Dios. Dios, que es Vida, inscribe su valor en nuestros corazones y nos otorga tanto el don de la vida como el privilegio y el deber de defenderla. Nadie necesita ningún tipo de permiso para defender la vida, ni nadie puede excusarse de ese deber. Nadie tiene un monopolio en la defensa de la vida, ni es la defensa de la vida un medio para alcanzar un objetivo. Defender la vida es un fin en sí mismo, y contiene de suyo cualquier justificación necesaria.
Hasta ahora, los dos principales partidos políticos de los Estados Unidos han tomado posturas opuestas sobre el derecho a la vida. La plataforma del partido Demócrata (2004) dice: "porque creemos en la privacidad y la igualdad de las mujeres, defendemos con orgullo el derecho de una mujer a elegir, de acuerdo con Roe v. Wade, sin importar su capacidad de pago." La plataforma del partido Republicano (2004) dice: "Debemos mantener nuestro compromiso con la primera garantía de la Declaración de Independencia. Por ello decimos que el niño por nacer tiene un derecho fundamental a la vida que no puede ser violado. Apoyamos una enmienda constitucional por la vida humana y apoyamos legislación que aclare que las protecciones de la 14ª enmienda se aplican a los niños por nacer. Nos oponemos al uso de ingresos públicos para el aborto y no financiaremos organizaciones que lo promueven."
Sin embargo, hay miembros pro-vida y pro-aborto en ambos partidos, incluyendo legisladores estatales y federales.
Hace poco, durante una conferencia organizada por Demócratas por la Vida (Democrats for Life) en la sede del Comité Nacional Demócrata (Democratic National Committee) en Washington, estuve con algunos congresistas Demócratas pro-vida. El tema fue la iniciativa "95-10" que contiene numerosas propuestas legislativas destinadas a reducir el número de abortos en los próximos 10 años en un 95 %.
Hay muchas propuestas en este paquete; por ejemplo disposiciones sobre el derecho de una mujer a saber, financiación para la promoción de alternativas al aborto, fortalecimiento de las prácticas de adopción y otras más. Se trata de objetivos clave que todos debemos buscar. Por supuesto, la forma precisa en que estas y otras propuestas en el programa 95-10 deben legislarse ha de debatirse y refinarse cuidadosamente. Por ejemplo, siempre debemos evitar caer en la trampa de pensar que el acceso a los anticonceptivos es la solución al problema del aborto. De hecho, lo contrario es verdad.
Finalmente no podemos contentarnos con reducir el número de abortos. Debemos reconocer que las leyes que permiten aún un único aborto atentan contra el entramado de nuestra libertad y nuestra república. El aborto es un acto de violencia que ninguna nación tiene el derecho de permitir. Cuándo cualquier persona en nuestra gran nación, Demócrata o Republicano, quiere promover la Cultura de la Vida en cualquier grado, merece de todos nosotros un "¡Amén!"