Durante el Adviento, los cristianos se reúnen alrededor del pesebre, por ahora vacío. "Ven, Señor Jesús, no tardes", reza la liturgia de la Iglesia.
Así como el Bebé en el Pesebre representa para nosotros el mayor regalo que Dios nos da, el Pesebre vacio, representa las necesidades más profundas del corazón humano - necesidades que no sólo experimentamos individualmente, sino que la familia humana ha experimentado desde el principio del tiempo.
Adán y Eva se alienaron a sí mismos y a sus descendientes de la intimidad con Dios. Ellos perdieron el paraíso, y desde entonces, la humanidad ha anhelado recuperarlo. El Pesebre ha estado vacío.
Así como necesitamos comida, también necesitamos sentido en nuestras vidas. Queremos saber quién es Dios y qué es la vida. La mente humana sólo puede llegar hasta cierto punto buscado ese significado; necesitamos al Dios que habla, y habló en plenitud sólo cuando Cristo vino. Hasta entonces, el Pesebre estaba vacío.
Y la humanidad necesitaba ser reconciliada con Dios. Isaac le preguntó a su padre Abraham, mientras caminaban hacia el lugar del sacrificio, "El fuego y la leña están aquí, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?" (Génesis 22:7). En efecto, ¿dónde está el cordero? ¿Qué sacrificio puede ser suficiente por nuestros pecados? ¿Cómo podemos vencer la enemistad que nos separa de Dios? ¿Quién será el puente de regreso al paraíso? El pesebre estaba vacío.
La humanidad, por otra parte, esperó el cumplimiento de la gran promesa de que la muerte en sí sería conquistada. La humanidad esperaba al que podía liberar a todas las personas del temor de que la muerte sería el final de la historia humana. "Él va a destruir el velo que oculta todos los pueblos, el manto que envolvía a todas las naciones; él destruirá la muerte para siempre" (Isaías 25:7-8). Esta ha sido la esperanza del corazón humano desde el principio. Pero el Pesebre seguía vacío.
Vacío, es decir, hasta la Nochebuena en Belén. Por eso, cantamos: "Las esperanzas y los temores de todos los años se cumplen en ti esta noche" (del himno "O Little Town of Bethlehem).
Su nacimiento se relaciona con la esperanza cumplida y con la esperanza inspirada. Él es el que responde todas nuestras preguntas, hace realidad todas nuestras esperanzas, y calma todos nuestros temores.
En él acogemos la Cultura de la Vida. Se ha dicho que el falso dios transforma el sufrimiento en violencia, pero el verdadero Dios transforma la violencia en sufrimiento. En el recién nacido Cristo, nos encontramos con el Dios con quien se puede resistir la tentación de resolver un embarazo inesperado con la violencia del aborto, o una enfermedad incurable con la violencia de la eutanasia.
Por el contrario, podemos atesorar toda vida, incluyendo la nuestra, y transformar el sufrimiento en servicio amoroso.
Al poner la estatua del Niño Jesús en el pesebre en la mañana de Navidad, vamos a abrazar la esperanza que él trae, y a trabajar para cumplir con la visión de la paz, la vida y el amor que inspira la Navidad.