¿Por qué un abortero?

 
Fr. Frank Pavone
National Director of Priests for Life
March 13, 2006



El 10 de marzo, algunos promotores del aborto celebran el “Día Nacional de Reconocimiento a los Proveedores de Abortos.” Recomiendan que la gente aliente a los hombres y mujeres que se ganan la vida, por lo menos parcialmente, asesinando bebés. Quienes promueven este día de reconocimiento sugieren actividades como el envío de tarjetas y cartas, cestas de frutas y flores a los aborteros y sus empleados, o bien la publicación de avisos apoyándolos. Sería muy bueno, si no fuera porque muy pocos entre quienes hacen esas cosas comprenden que nada de eso ayuda. Ni siquiera todas las flores del mundo pueden cambiar el hecho que la mayoría de los aborteros detestan lo que hacen.


 


Esto sorprenderá a muchas personas a ambos lados de la controversia sobre el aborto, pero estudios sobre aborteros y la experiencia pastoral que tenemos en Priests for Life trabajando con la industria y aquellos que la han abandonado, confirma que los aborteros tienden a odiar lo que están haciendo y sienten que hacen el trabajo sucio de la sociedad.


 


Entre los que han realizado investigaciones pioneras en esta área se encuentra el Dr. Philip Ney, un psiquiatra canadiense que durante décadas ha estudiado cómo y por qué uno se hace abortero y cómo y por qué deja de serlo. Son preguntas críticas. ¿Cómo y por qué alguien incurre los gastos y padece los rigores de las escuelas de medicina para ser conocido como abortero con todo el estigma que ello acarrea?  ¿Por qué dedicaría alguien sus habilidades sanadoras a un procedimiento que no ha sido demostrado que pueda tratar o curar ningún padecimiento físico, psicológico o social? Como dice el Dr. Ney, “No pareciera tener sentido que un hombre o mujer apuestos bese a sus hijos afectuosamente al despedirlos a la mañana, tome su maletín y maneje hasta una clínica de abortos donde su única intención es matar y mutilar.” (The Centurion’s Pathway, 7.)


 


No, no tiene sentido, hasta que comenzamos a ver un patrón que ha revelado la investigación sobre los aborteros; un patrón de abuso y negligencia cuando ellos mismos eran niños. Por supuesto que esto no significa que no sean responsables por lo que están haciendo. Pero si el niño en ellos fue asesinado psicológicamente cuando la persona era joven, entonces cuando esa persona sea adulta, revivirá el trauma asesinando físicamente el niño adentro de otra persona. Los psicólogos designan a este fenómeno como “representación traumática.” No entendemos lo que nos pasó, por eso tratamos de repetirlo, revivirlo, recreando las circunstancias que lo rodean para poder dominarlo.


 


Es un aspecto poderoso y temible de la forma en que trabaja nuestra mente. Explica por que una persona puede pasar de una relación abusiva a otra como si pareciera que nunca aprendiese. La razón es precisamente que la persona está tratando de aprender sobre lo que está sufriendo. Y mientras tanto lo está odiando.


 


El abortero David Zbaraz dijo: “Es una cosa repugnante, sucia, asquerosa y siempre llego a casa enojado.” (Washington Post, 3 de marzo de 1980). Como veremos en la columna de la próxima semana, hay muchos que hoy sienten lo mismo.


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