Todos tenemos una barrera natural psicológica y física que nos impide matar a alguien. En circunstancias normales, simplemente no podemos hacerlo. Es parte de nuestra humanidad. Es más fácil matar cuando uno primero deshumaniza a la víctima. Los matones primero insultan a sus víctimas y después les pegan. Sin embargo, al deshumanizar a la víctima, el victimario se deshumaniza a sí mismo. Es lo que sucede con los aborteros.
En general, los aborteros comienzan a estudiar medicina con la noble esperanza de ayudar a la humanidad. Sin embargo, la mayoría proviene de una niñez marcada por el abuso o el abandono y tienen muy poca auto-estima. Un mentor apreciado puede desviarlos de su camino y mostrarles un aborto y así comienza un proceso de deshumanización que se acelera en el instante en que el aprendiz de abortero rehúsa oír la voz de su conciencia. El Dr. Philip Ney explica en su libro El Camino del Centurión (The Centurion’s Pathway), “suprimen su protesta natural, “No, no debes hacerlo”, del mismo modo que anularon las protestas ante su propio maltrato. Una vez que han participado pasivamente en un aborto, deben comenzar a racionalizar ante ellos mismos por que no protestaron.” (p. 39)
El doctor David Brewer, un ex-abortero, cuenta su propia historia: “Puedo recordar aquel día en que vi el primer aborto con el médico residente sentado e introduciendo el tubo y removiendo los contenidos… Iba a ver un nuevo procedimiento y a aprender, y eso era excitante… Abrí el frasco y…allí había partes de una persona. Había estudiado anatomía; era estudiante de medicina; sabía lo que estaba mirando. Había una pequeña escápula y un brazo y vi algunas costillas y un tórax, y vi una cabeza pequeñita, y vi un pedazo de una pierna, y vi una manito, y vi un brazo. Era como si alguien hubiera puesto un atizador caliente dentro de mí… Tenía conciencia y me dolía… Tuve que pasar por una experiencia emocionalmente muy dura. Por eso hice lo que la mayoría de la gente hace durante su vida, no hacemos nada. No hablé con nadie sobre ello… y ¿saben lo que pasó? Vi otro aborto. ¿Saben una cosa? Ese también me dolió. Pero seguí viendo abortos, y cada vez me dolía un poquito menos. ¿Saben lo que pasó después? Me senté e hice uno… El primero que hice fue un poco duro. Era como si me doliera nuevamente como un atizador caliente. Pero después de un tiempo llegue a un punto en que no me dolía más. (Testimonio en la conferencia “Conozca a los proveedores de abortos” “Meet the Abortion Providers,” Chicago).
El Dr. Bernard Nathanson abortó incluso a su propio hijo y escribe sobre sus sentimientos. “Les juro que no tenía otro sentimiento que el sentido de haberlo logrado, el orgullo de la destreza. Al inspeccionar los contenidos de la bolsa solo sentí la satisfacción de saber que había hecho un trabajo exhaustivo.” (La mano de Dios, The hand of God, p. 60)
El aborto destruye a los mismos aborteros.