Una de mis camisetas con mensaje pro-vida favoritas es la que dice “100 % Pro-vida, sin excepciones, sin concesiones, sin disculpas.”
Esa es exactamente la postura que cada uno de nosotros debería adoptar. De hecho es la única postura pro-vida. El aborto es intrínsecamente malo. Es malo por su propia naturaleza, que es mala y nunca nunca puede alterarse por las circunstancias. Para decirlo de otra manera, si alguien viviera un millón de años o para siempre y no hiciera nada más que imaginar circunstancias que pudieran justificar un sólo aborto, no encontraría ni siquiera una. Simplemente no existen.
Todo aborto, sin importar las circunstancias, contradice la ley de Dios.
Las circunstancias en las que ha sido concebido el niño nunca pueden hacer que el aborto sea admisible. Las circunstancias en las que se desarrolla el embarazo, ya sean enfermedad o salud, nunca pueden justificar el asesinato de un niño. Cada niño, comenzando en el estadío unicelular, es una persona humana. El niño concebido como consecuencia de la violación o el incesto debe tener igual protección que otro. Los niños de madres con embarazos de alto riesgo médico también deben ser protegidos. Nuestro deber hacia estos niños es absoluto, no admite excepciones. Afirmar que puede permitirse el aborto en algunos casos es lo mismo que decir que un acto de terrorismo, abuso infantil, violación o Satanismo puede ser permitido.
No hay corte alguna, rey, gobernador, presidente, parlamento o príncipe en ninguna parte del mundo, ni época de la historia que pueda decidir, decretar o declarar, que pueda justificar ni siquiera un solo aborto. Cuando los legisladores intentan hacerlo, la “ley” resultante no es una ley sencillamente mala, sino que no es ley y nunca conlleva auténtica validez jurídica ni obliga a obedecerla.
Entonces, ¿por qué no acabamos con todos los abortos hoy mismo? ¿Qué estamos esperando? Obviamente hay límites a las cosas que podemos hacer. Todo aborto es malo. Pero cuando convenzo a una mujer para que no se lo practique, hay otras mujeres que no me están escuchando. Mientras hablo con un grupo, hay innumerables grupos que no me oyen. Y aún si bloqueo la puerta de una clínica, ¿qué pasa con las otras que están operando al mismo tiempo? Los legisladores no son los únicos que enfrentan limitaciones en el número de niños que pueden proteger hoy. Todos las tenemos.
Sin embargo, aunque reconozcamos que existen limitaciones, no podemos alterar nuestros principios o perder de vista el objetivo. Ningún aborto es permisible, y todo niño debe ser protegido.
Tampoco es admissible que cada estado decida por su cuenta si va o no va a proteger las vidas de los no-nacidos. ¡Eso tiene menos sentido que dejar que cada estado decida si va a proteger o no las vidas de los que ya han nacido!
La vida puede traer confusiones. La tentación de hacer concesiones al mal puede ser muy grande. Pero la enseñanza sobre el aborto es sumamente clara y directa y se resume sencillamente en una palabra: nunca.