Hace tres años escribí una columna titulada “El partido importa” en la que dije: “Los votantes necesitan preguntarse en que medida alterará el balance de poder entre los partidos la elección de un candidato particular y que pasará cuando un partido en particular tome el control. Los votantes deberían conocer la plataforma del partido y la posición oficial de los líderes del partido sobre aquellas cuestiones morales en que evalúan a un candidato en particular...En resumen, el partido importa”
Algunos criticaron estas afirmaciones, tildándolas de partidarias. Sin embargo es hora de ratificar y reafirmar que sí, el partido importa.
Es uno de los múltiples elementos a tener en cuenta cuando uno evalúa moralmente su voto. La moral trata de las acciones humanas y votar es una acción humana. La primera consideración de índole moral es, por supuesto, si uno debe votar. Votar es un deber moral, como lo ha afirmado la Iglesia en múltiples oportunidades.
La elección concreta al votar será moralmente aceptable dependiendo de un gran número de factores. Después de haber considerado todo lo que se debe, puede ser que existan múltiples opciones que sean moralmente aceptables. A veces, dependiendo del candidato y las posiciones que éste adopte, las opciones moralmente aceptables pueden ser muy limitadas.
Lo que quiero decir es lo siguiente. Es un rol fundamental de la Iglesia enseñarle a los creyentes a tomar decisiones moralmente buenas. La Iglesia no puede evitar esta responsabilidad simplemente porque la cuestión sea de índole política. Al contrario, como lo señala el Concilio Vaticano II: “La Iglesia debe poder siempre y en todo lugar , predicar la fe con verdadera libertad, enseñar su doctrina social, ejercer sin impedimentos su tarea entre los hombres y emitir un juicio moral también sobre cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.” (GS 76)
Así es, aún “sobre cosas que afectan al orden político,” e incluso cuando la tarea de la enseñanza moral pareciera ser partidaria.
Uno de los aspectos a tener en cuenta al evaluar la moralidad de un acto es la consideración de sus consecuencias. Las consecuencias de pasar una luz roja son bastante predecibles y deben ser un factor determinante para evaluar moralmente ese acto.
Lo mismo ocurre al votar, las consecuencias son que un candidato en particular y también que un partido determinado alcancen el poder. Hay gente que no piensa en las consecuencias de la toma del poder por parte de un partido. Podemos dejar que sigan ignorándolo o podemos educarlos.
Enseñar que el “partido importa” como un elemento a considerar en la evaluación moral del voto no significa apoyar a un candidato o a un partido determinado. Más bien consiste en darle al creyente las herramientas necesarias para una evaluación moral completa del acto que va a realizar.
Ya sea que en los hechos la evaluación moral determine el apoyo o el rechazo a un partido particular, la decisión será siempre del votante. Sin embargo, si vamos a enseñar principios morales sólo cuando no tengan consecuencias prácticas, hacemos que la Iglesia se torne irrelevante. Y está muy claro que esa no es una opción.