San Agustín decía de la Navidad: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a Dios”.
La Navidad es un maravilloso intercambio de naturalezas: Dios toma en Sí mismo nuestra frágil humanidad, aunque sin su pecado, y nosotros somos partícipes de la misma naturaleza de Dios (ver 2 Pedro 1:4). La alegría de la Navidad no es tan solo la de un niño que nace, sino que una nueva humanidad está naciendo. Esta nueva humanidad no está desligada de la antigua, pero es radicalmente renovada y redimida. Al igual que en Adán todos hemos perecido, así en Cristo todos seremos salvados (ver Romanos 5:12-19).
La Navidad, entonces, tiene que ver con el destino del ser humano. En el Libro del Apocalipsis leemos esta promesa de Cristo de resucitar a Sus discípulos fieles: “Al vencedor lo sentaré junto a Mí en Mi trono” (Ap. 3:21). Los tronos, en tiempos del Nuevo Testamento, permitían de forma característica, sentar a más de una persona en ellos. En el Cielo, no solo veremos el trono de Dios, o los reunidos alrededor del trono de Dios, sino que ¡usted y yo tendremos un lugar en el mismo trono de Dios!
Ahora algunos quieren darle a la Navidad un sentido meramente mundano: amabilidad, bondad, la importancia de la familia, alegría y regalos. Estos son valores naturales y tienen significado para los cristianos, pero el mensaje de la Navidad va más allá de estas cosas buenas, y nos habla acerca de adónde vamos al final y de qué clase de destino nos espera más allá de la tumba. Más aún, la fe enseña que este destino empieza en este momento. “El que cree en Mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47).
La Navidad, entonces, es acerca del Evangelio de la Vida. Es sobre la esperanza de la vida eterna, ofrecida a través del nacimiento de un Niño y, a través de nuestro nacimiento a Su vida, por nuestra fe. La Navidad, entonces, ilumina el significado y el valor de cada vida humana, A la luz del pesebre, vemos que cada persona ha sido llamada a compartir la Naturaleza Divina, ¡cada uno es llamado a sentarse con Cristo en Su trono!
¿Es posible aceptar el mensaje de la Navidad y volver la mirada hacia otro lado cuando la vida humana es despreciada y destruida? ¿puede un cristiano, declarar que el ser humano está llamado a las alturas del cielo y cruzarse de brazos cuando esa misma vida se tira a la basura por medio del aborto o es eliminida por la eutanasia?
El himno “Oh Noche Santa” resume esta lección en el verso que canta: “realmente Él nos enseñó a amarnos unos a otros, Su ley es el amor y Su Evangelio es paz. Las cadenas Él las romperá, pues el esclavo es nuestro hermano y en Su nombre, toda opresión cesará.”
Así es como estoy celebrando la Navidad este año: una nueva dedicación total para acabar con el aborto, la peor forma de opresión de mis hermanos y hermanas. Yo espero que usted también la celebre así. ¡Un niño nace y su nacimiento nos sumerge en la defensa y celebración de la vida!