Se ha sabido en el mundo, sobre un bebé canadiense de 14 meses cuya familia ha estado batallando con los establecimientos médicos desde octubre para ayudar a que su hijo respire. A Moe y a Sana Maraachli le negaron la traqueotomía para su hijo porque la enfermedad neurológica aparentemente fatal que tiene el niño, hace “inútil” cualquier otra intervención.
Nosotros, trabajando con muchos otros en Sacerdotes por la Vida, arreglamos la transferencia del bebé a St. Louis al Cardinal Glennon Children’s Medical Center, y yo fui en el avión médico para recoger al bebé y a su padre el domingo 13 de marzo. Ahora, el niño tiene otra oportunidad de tener un mejor cuidado, y la familia tiene otra oportunidad de extender al máximo el tiempo que pueda pasar con su hijo.
Muchos medios de comunicación siguieron el evento. Un reportero que no estaba muy interesado en cubrir la historia preguntó, “¿quién diablos es el Bebé José y por qué debe importarnos?”
La respuesta corta es, el Bebé José somos todos nosotros.
Después de todo, el problema que subraya este caso no es simplemente en un hospital determinado o en el sistema médico canadiense. El problema es una filosofía de vida que dice que lo que tú vales depende de cuán bien funcionas. El problema es una filosofía de la medicina que dice que si alguien de cualquier modo va a morir, no se saca ningún beneficio prolongándole la vida. El problema es una filosofía del sufrimiento que dice que nosotros podemos determinar hasta dónde llega el nivel de felicidad de una persona, y medir su sufrimiento, y si ellos no están en condición de eliminarlo, nosotros podemos intervenir y hacerlo contra su voluntad.
Si pensamos que ni nosotros ni nuestros seres queridos vamos a ser afectados por esta filosofía cuando llegue la hora de nuestros propios retos médicos y decisiones, deberíamos pensarlo otra vez. Esto está pasando a diario, muchas veces bajo una presión que puede ser sutil o no por parte de los doctores, quienes, en vez de hacer un juicio médico, hacen juicios sobre valores. Los doctores no deben de juzgar por nosotros el “significado” o el “valor” de extender la vida a un ser querido, o nuestra propia vida. Por su parte, ellos están supuestos a juzgar a favor nuestro, si un tratamiento o intervención determinada tendría ciertos efectos en nuestros seres queridos o en nosotros. Ellos tienen que dejar de nuestra parte, en consulta con miembros de nuestra familia y el clero, el determinar qué significado y valor encontramos en la situación.
Nuestros esfuerzos a favor del Bebé José en concreto pueden ser resumidos por esas dos palabras.