Al escribir esto, a mediados de marzo, espero estar pronto con dos familias especiales, quienes por la profundidad de su amor por un miembro de la familia, se encontraron, sin buscarlo, siendo el centro de atención internacional, y de un feroz conflicto que no eludieron.
Son las familias de Terri Schiavo y de Baby Joseph Maraachli. Terri fue asesinada mediante la deshidratación por orden de la corte en el 2005, y Joseph fue casi privado de una intervención médica regular que en el 2011, le dio una vida más larga con su amada familia. Ambas familias me pidieron ayuda a mi y a Sacerdotes por la Vida, y fue un privilegio servirles lo mejor que pude.
Nunca olvidaré la última noche de Terri, cuando me senté con ella, con su hermano Bobby y su hermana Suzanne hasta las primeras horas de la mañana. Hablamos con ella, le cantamos, y la bendijimos. Muchas veces he contado que mientras ella se deshidrataba hasta morir, las flores en el jarrón a pocos centímetros de sus labios resecos estaban floreciendo en el agua.
Como prediqué en la misa funeral de Terri, no debemos olvidar nunca, y debemos procurar que este tipo de asesinato cese en nuestro mundo.
En el caso de Baby Joseph, nunca olvidaré ese vuelo de medianoche en el jet médico, mediante el cual literalmente rescatada a Baby Joseph de la burocracia médica y del gobierno de Canadá, que se negó a hacerle una traqueotomía regular para ayudarle a respirar a pesar de su condición neurológica. Con la ayuda de aliados en la comunidad médica y la presión de decenas de miles de seguidores, la transferencia se organizó al Hospital Infantil SSM Cardinal Glennon en Saint Louis, MO.
La historia del Éxodo siempre estuvo presente en mi mente al volar con Baby Joseph y Moe, su padre, en el avión médico con el equipo médico. Moe literalmente se pellizcaba diciendo que no podía creer lo que estaba pasando, al llevar a su bebé a un lugar donde un hijo recibiría el tratamiento que necesitaba y un padre tendría la libertad de amar a su hijo como se merecía.
Ninguna de estas familias buscaba un milagro. Ellos no querían un atajo para evadir el duro camino del sacrificio que el amor demanda. Ellos estaban dispuestos a vivir por el resto de sus vidas con la discapacidad de sus seres queridos, y a amarlos tanto como amarían a un familiar completamente sano. Ellos confiaban en Dios y sabían que el valor de la vida no se mide por lo bien que funcionemos o por el tiempo que vivamos, sino más bien por el amor dado y recibido en el proceso.
Estas dos familias resistieron a la tentación de la ira, la desesperación y el egoísmo. En vez de esto, ellos usaron - y todavía están usando -- las tragedias que sufrieron para llegar a otras familias con problemas similares.
A ambas familias les digo, ¡qué inspiración tan grande fue vivir estas luchas con ustedes! ¡Luchemos por la victoria final!
Nota: Las personas que deseen enviar una nota a estas valientes familias pueden hacerlo mediante Mail@PriestsForLife.org