Acts 9:26-31
1 Jn 3:18-24
Jn 15:1-8
Ver un video con consejos para la homilía: https://www.youtube.com/watch?v=P_snhij9Z7w
Las palabras del Señor en el pasaje del Evangelio de hoy hablan de lo que la Pascua ha logrado: una nueva comunidad humana, que nace del Espíritu y se llena de la misma vida de Cristo resucitado. Todos descendemos de Adán en un nivel natural; todos estamos hechos en Cristo en nivel sobrenatural. Él es el nuevo Adán, y la Pascua comenzó la nueva humanidad, la victoria sobre la tumba y compartir la vida que dura para siempre.
Esta comunidad sobrenatural, simbolizada por la vid y las ramas, obviamente, se basa en la comunidad natural. Para disfrutar de la vida sobrenatural, debemos tener la vida natural, y para apreciar el significado de la comunidad sobrenatural, tenemos que tener alguna apreciación de la comunidad natural. En nuestros días, sin embargo, la propia noción de "comunidad", incluso a un nivel natural ha sido oscurecida por falsas nociones de libertad que separan a cada uno en su propia esfera de "elecciones" y evaluaciones puramente personales de lo que es verdadero y justo.
El fruto de esta libertad desconectada de la verdad , es la cultura de la muerte, en el que las personas piensan que tienen responsabilidad sólo por aquellos que ellos eligen tenerla.
Sin embargo, en la comunidad natural y sobrenatural establecida por Dios, tenemos la responsabilidad antes de que elijamos. Dios (no nosotros) ha elegido las otras ramas de la vid, los demás miembros de la comunidad. Debemos recibir a todos, aunque, como indica la primera lectura, puede ser un reto superar nuestros prejuicios.
Pero aquí es donde el "fruto" entra en juego. El Señor dice que debemos "dar fruto." ¿Qué es esta fruta? Es el fruto del amor, concretamente visible en una vida de entrega, como los mandamientos especifican (segunda lectura).
El fruto que ha de ser visible en la comunidad es que acogemos y servimos a todos- nacidos y no nacidos, sanos y enfermos, convenientes e inconvenientes.
No podemos hacerlo por nuestra propia fuerza. Es por eso que tenemos que permanecer unidos a la vid. Es el poder de su amor en nosotros que hace posible que nos amemos como él lo ha ordenado, con el mismo amor que llevó a Cristo a la cruz y la gloria de la Resurrección.