Decimoséptimo Domingo de Tiempo Ordinario - Ciclo A

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Intercesiones Generales: [Spanish PDF]
 
Celebrante: Dios nuestro Padre nos llama al conocimiento de la verdad y desea que todos nos salvemos. Oremos con todo nuestro corazón.
 
Diácono/Lector: 
 
Para que el Señor Jesús acompañe y guíe a su Iglesia en todo momento, roguemos al Señor...
 
Por todos los que se han enfermado con el Coronavirus, por todos los que están al cuidado de ellos, y por los gobiernos y las personas de todo el mundo, para que podamos experimentar la misericordia sanadora del Señor, rogamos al Señor... 
 
Para que el Papa, los obispos, y todo el clero en todo el mundo sean enriquecidos con los dones del Espíritu, roguemos al Señor…
 
Para que los líderes mundiales tengan la sabiduría de ver que el tesoro más grande del mundo es la vida humana, y trabajen para protegerla, roguemos al Señor…
 
Para que reconozcamos las necesidades temporales y espirituales de nuestros hermanos y hermanas y podamos responder con un corazón muy generoso, roguemos al Señor…
 
Para que el Señor Jesús rescate los privados de libertad y los fortalezca, roguemos al Señor…
 
Por todos los que ya se han ido en fe para que alcancen el eterno descanso en el cielo, roguemos al Señor…
 
Celebrante: 
 
Padre,
Escucha las peticiones de tu Iglesia,
Y concedenos los dones y las gracias
que te pedimos en fe.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amen.
Adiciones para el boletín:
 

El Primer Derecho Humano

El Cardenal Renato Martino, cuando ejercía el cargo de Presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, dijo lo siguiente en una entrevista conducida por Sacerdotes por la Vida en Mayo del 2004: “El Santo Padre habla de la protección a la vida como la realización fundamental y respeto por los derechos humanos. Sin esa realización, sin ese respeto por el derecho a la vida, no otra discusión sobre los derecho humanos puede continuar; debe ser basada sobre la base de la dignidad humana y del derecho a la vida.”

Puntos sugeridos para la homilía dominical:
 

1 Kgs 3:5, 7-12
Rom 8:28-30
Mt 13:44-52 or 13:44-46

Ve este vídeo con ideas para homilías pero vida: https://youtu.be/NBAYMZ1k_Mg

Salomón pidió y recibió el don de la “sabiduría”. Salomón entiende este deber solemne como rey del pueblo, y por tanto pide este don para “distinguir entre el bien y el mal”.

El Salmista recoge (se basa en) este tema, alabando la Palabra de Dios y Sus Mandamientos porque ellos “arrojan luz, dando conocimiento de lo simple”. Jesús, además, pregunta a sus discípulos, “¿entienden todas estas cosas?” Por Sus palabras Él pretende darles ese don del entendimiento.

Nosotros también somos beneficiarios de este don. Si el Salmista alabó los mandamientos de Dios por dar conocimiento, cuánto más podemos nosotros, que tenemos el beneficio agregado de los Evangelios y la Iglesia. La razón humana puede distinguir por sí misma lo bueno de lo malo. Iluminados y fortalecidos por la revelación de (en) Cristo, no tenemos razones (motivos) para ignorar la verdad moral.

Aún vemos a nuestro alrededor Salomones sin sabiduría, funcionarios públicos que tienen la responsabilidad de gobernar al pueblo pero que afirman que lo que es bueno o malo para la familia humana no puede conocerse con certeza. Este problema ha sido abordado frecuentemente por el  Magisterio de la Iglesia. En el 2002 de “NOTA DOCTRINAL
sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política
” emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el problema se describe de esta manera: “…los ciudadanos reivindican la más completa autonomía para sus propias preferencias morales, mientras que, por otra parte, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando leyes que prescinden de los principios de la ética natural, limitándose a la condescendencia con ciertas orientaciones culturales o morales transitorias, como si todas las posibles concepciones de la vida tuvieran igual valor”.

Las lecturas de hoy dejan claro que ningún creyente puede hacer esta afirmación. Parte de la “buena nueva” es que nosotros podemos efectivamente reconocer la diferencia entre el bien y el mal, y tener la fuerza para llevarla a cabo. Entre los bienes que tenemos que preservar, la “perla de más valor” es la vida misma, la base y razón de cualquier otro derecho y bien que poseamos.


 



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