Séptimo Domingo de Tiempo Ordinario - Ciclo C

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Intercesiones Generales: [Spanish PDF]
 

Celebrante: Con la confianza inspirada en el amor de Dios, oramos.

Diácono/Lector:

Para que nuestro Santo Padre, el sucesor de San Pedro, sea bendecido con salud y vigor para que continúe proclamando el Evangelio, roguemos al Señor...

Para que Dios proteja nuestras tropas mientras defienden nuestra libertad, la dignidad humana, y la paz en el mundo, roguemos al Señor...

Para que los escritores, artistas, y actores inspiren a la gente a ser compasivos, gentiles, y respetuosos de cada vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, roguemos al Señor...

Por nuestros enemigos y sus las familias, por nuestra Iglesia, y nuestro país, roguemos al Señor... Para que los enfermos sean consolados, fortalecidos, y sanados, roguemos al Señor...

Para que todos los que ya han fallecido sean acogidos en la paz de la vida eterna, roguemos al Señor...

Celebrante: Padre, Tu misericordia es más grande de lo que podemos comprender. Atiende nuestras súplicas, y danos la gracia de amar a toda la gente como tu nos amas. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amen. 

Adiciones para el boletín:
 

Por la Vida y la Misericordia

“No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado.”… “Los sanos no necesitan de doctor pero los enfermos sí. No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.” La mayoría de las personas que han tenido un aborto, más tarde, se arrepienten de sus actos. Nosotros debemos ser heraldos de esperanza y acogida. Sí, nosotros debemos de invitarlos a regresar a Jesús, Quien está listo para perdonarlos. En verdad, teniendo la mente y el corazón de Cristo, ofrecemos esperanza, acogida y ayuda práctica a aquellos que se debaten con la decisión de abortar y con otros asuntos de la vida y a aquellos que han decidido erróneamente. Ellos serán perdonados si están verdaderamente arrepentidos y buscan a Cristo en la persona del sacerdote en el confesionario.

La llamada de ser “por la vida” es intrínseca con la llamada de Cristo en nuestro bautismo: “Sígueme.” Pidámosle a nuestra santísima Madre que nuestro testimonio por la vida sea claro, convincente y sobre todo, como el de Cristo. Después de todo, como miembros bautizados de la Iglesia, somos de la vida y por la vida, y es así como nos debemos presentar ante los demás. (cf. Evangelium Vitae, 78).

-- El Reverendo Paul Loverde, Obispo Emérito de Arlington

Puntos sugeridos para la homilía dominical:
 
1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23
1 Cor 15, 45-49
Lc 6, 27-38
 
“Si vosotros amáis sólo a quienes os aman, ¿qué mérito tendréis en ésto? ...Si devolvéis el bien que os hacen los que son buenos para con vosotros, ¿qué mérito os otorgará todo esto? … Prestad sin esperar nada a cambio. Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es Misericordioso. “
 
 Éste pasaje del Evangelio nos llama a los más altos estándares del Amor, establecidos como ejemplo de Dios mismo. Es particularmente apropiado extraer la aplicación de ésta medida a los esfuerzos Pro-Vida emprendidos por el pueblo de Dios. Al esforzarnos para restaurar la protección de los miembros más vulnerables de nuestra sociedad -- los nonatos, y aquellos cuyas enfermedades los han hecho incapaces de responder – estamos de hecho amando a aquellos que no pueden devolvernos el amor, y haciendo el bien a quellos que no pueden retornarlo. Amar al niño que está por nacer y al discapacitado que no puede responder, requiere de un amor que se halla libre de cualquier motivación personal o interés subrepticio. 
 
Tampoco es un amor que juzga, como nos acusan los que patrocinan el aborto. El pasaje de hoy, “No juzguéis para no ser juzgados” brinda a los predicadores una oportunidad para dar claridad a una máxima de Jesús que ha sido bastante abusada. En una era de relativismo moral, algunos tratan de utilizar ésta frase para defender el relativismo, y quisieran resignificarla en, “No juzgues a nadie por lo que hace, porque no sabes en realidad lo que está bien o mal hecho. Tú tienes tus estándares y ellos tienen los propios. ¿Quién eres tú para decir lo que agrada a Dios?”
Por supuesto, nosotros no podríamos decir lo que agrada a Dios, sino fuera por el hecho de que Él mismo nos lo dijo. Hablando a través de la razón tanto como por su propia palabra revelada, Dios nos ha otorgado la habilidad de saber distinguir el bien del mal. En ese sentido, podemos y debemos juzgar la diferencia. Lo que no podemos nunca es juzgar el fuero ni estado interior de un alma, ni los motivos de su corazón. Pero si no estuviéramos en capacidad de juzgar la diferencia entre el bien y el mal, entonces tampoco podríamos decir “No juzguéis”, puesto que eso mismo supondría un juicio de que juzgar es de por sí, algo malo. 
 
Cuando se trata del aborto, podemos y debemos juzgar la acción como algo que siempre es intrínsecamente maligno. Asesinar a un bebé es tan malo como asesinar a una persona que va por la calle. No juzgamos a la persona que cometa ninguno de los dos actos, antes bien,  la llamamos a la conversión y al perdón. Sin embargo, tampoco podremos jamás ignorar la violencia cometida en dichos actos como si fuera moralmente tolerable para los hijos de Dios.

 



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