1 Re 19: 16 b, 19-21 Gál. 5:1, 12-18, Lc 9:51-62
https://youtu.be/3fboWNSWMFA
La enseñanza de la Segunda Lectura sobre la libertad, crea la oportunidad de predicar hoy acerca de la relación que existe entre la libertad y el derecho a la vida.
Renuentes a describir los detalles sobre el desmembramiento que conlleva el procedimiento del aborto, los patrocinadores de su legalidad se han refugiado en palabras mucho más positivas como “libertad” y “elección”.
Irónicamente, por supuesto, los abortos no acontecen por la “libertad de elección”, sino más bien porque muchas mujeres en embarazo creen que no tienen la libertad ni la elección, más que la de practicarse un aborto. De allí que el movimiento Pro-Vida se empeñe a diario en proveer alternativas a éste terrible flagelo.
Invocar “Libertad” para justificar el aborto, distorsiona la noción misma de libertad, de una manera contra la cual nos previene justamente la Segunda Lectura de hoy. La verdad correctiva que San Pablo brinda es que hemos de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Los niños no-nacidos son nuestro prójimo, y amarles, comienza por protegerlos de toda forma de violencia.
El mandato de “amar al prójimo como nosotros mismos” no significa simplemente amarles “hasta el punto mismo” en que nos amamos a nosotros mismos, sino más fundamentalmente “amarles como a una persona semejante a nosotros”. En otras palabras, quiere decir que reconocemos en ellos una persona con el mismo valor, aprecio, dignidad y derechos que nosotros tenemos. Esto es precisamente donde la mentalidad “Pro-elección” se ha equivocado; cuando falla en ver al niño no nacido como nuestro prójimo. Las justificaciones para el aborto no se sostendrían si se invocaran como una razón para asesinar a un niño que ha nacido. “Ama a tu prójimo como un persona semejante a ti mismo”.
Nuestra Declaración de Independencia invoca el “derecho a la vida” como un “derecho inalienable” otorgado a todos por su Creador”; no por su gobierno. Lo que Dios otorga, el gobierno no puede desposeerlo. Este es el fundamento mismo de nuestra libertad—que Dios mismo nos concede nuestros derechos humanos, y que, para asegurar éstos derechos, los gobiernos han sido instituidos”. Esta es la base misma de la Libertad que disfrutamos en Los Estados Unidos.
Preservar esta Libertad requiere preservar los derechos fundamentales que se erigen como su fundamento, comenzando por la Vida misma.