Trigésimo Cuarto Domingo en Tiempo Ordinario (Festividad de Cristo Rey), Ciclo C
- Ciclo C
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Intercesiones Generales:
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Celebrante: Nuestro Rey viene con misericordia y con amor incesante, esto nos da la confianza de presentarle todas nuestras necesidades. Diácono/Lector: Para que la Iglesia proclame, celebre, y sirva al Reino de Jesucristo en todos los confines de la tierra hasta el fin del tiempo, roguemos al Señor... Para que Cristo Rey guíe a todos los electos en cargos públicos, a darle dignidad a la vida, y ubicarla en el centro de todas sus políticas, programas y decisiones, roguemos al Señor … Para que todos los que enseñan religión, puedan transmitirle a sus estudiantes el mensaje de Cristo, la imagen visible del Dios invisible, con claridad y convicción, roguemos al Señor... Para que renovemos públicamente nuestra dependencia en Dios, quien nos da la vida y nuestra libertad, roguemos al Señor... Por los agonizantes y los fallecidos, para que Jesús los acoja en Su Reino, tal como lo hizo con el que fue crucificado junto a Él, roguemos al Señor,... Celebrante: Padre,
Tu has entregado toda autoridad a Tu Hijo, Jesucristo.
A Él, le reconocemos como nuestro Rey.
Por su pasión y muerte, recibe nuestras oraciones,
Y danos Tu Misericordia,
Por Él, quien vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
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Adiciones para el boletín: |
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En honor de Cristo Jesús, el Rey Eterno De cada estanque y arroyo que fluye,
De cada roca y gravilla pequeña,
De cada río y océano,
De cada monte vasto y alto, De cada luna y estrella en lo alto,
De cada tormenta, lluvia y granizo,
De la escarcha y la bruma, del hielo y la niebla, De la brisa de verano y el viento de invierno,
De todas las islas en el mar,
De cada animal que camina,
que se arrastra o que vuela, que nada o que descansa,
O de los chirridos, ladridos, aullidos o graznidos,
De cada lugar desconocido por los hombres,
que no se han descubierto o explorado,
De cada altura y cada profundidad,
De lugares amados y aborrecidos, De cada reino, imperio, estado,
Dominio, país, monarquía
De la pequeña aldea y de la gran ciudad
De hombres con poder y majestad, De casa, hogar y propiedad,
De la cocina y de la sala,
Del dormitorio, del pasillo, y la escalera,
Del patio de juegos y de la sala de trabajo, De cada acto, aspiración, y deseo,
anhelo, pasión, debilidad, y fuerza,
De cada corazón que anhela y ríe,
Y llora y trata y al fin espera, De todos los que sufren y que esperan
la justicia y el pan de cada día,
De todos los que triunfan y se alegran,
De todos los que andan en medio del camino, De cada mujer, hombre y niño,
de toda criatura grande y pequeña,
de cada pecador, santo y ángel,
¡Cristo Jesús es Rey de todo! ¡Si Él es Rey, sí, Cristo es Rey!
Sin principio ni final y sin defecto,
Su reinado envuelve el infinito
Prevaleciendo sobre todo lo que existe.
Sin embargo, los hombres son débiles y muchas veces se preguntan
Cuando ven tantos males.
Cristo espera que se den cuenta
Que Él es más sabio que nosotros.
Él es consciente de todo,
Él conoce nuestros problemas, necesidades y temores,
Su Providencia está ahora trabajando
Y el triunfo final de Jesús se acerca.
Entonces levantémonos con gran fe
Para hablarle al mundo de su gran nombre,
Que cuando el Rey vuelva, por falta de fe
No enrojezcamos de vergüenza. ¡Amén!
Fr. Frank Pavone
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Puntos sugeridos para la homilía dominical: |
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2 Samuel 5:1-3
Colosenses 1:12-20
Lucas 23:35-43 Jesucristo es el Rey del universo. Esta fiesta nos recuerda que no somos sólo responsables ante él como individuos, sino también como naciones, como sociedad. No es solo acciones personales (como individual) de las cuales somos responsables; es la política social, las costumbres culturales y las estructuras organizativas en todos los niveles de la sociedad por las cuales también respondemos a Cristo Rey. Estas realidades son el resultado de los efectos acumulativos de las acciones de muchas personas durante largos períodos de tiempo. El pecado es siempre personal, pero hay "estructuras de pecado" que encarnan las decisiones equivocadas que individuos han hecho. En este sentido, por supuesto, la Iglesia tiene mucho que decir en su doctrina social, en el corazón de lo cual es el derecho a la vida y a la dignidad de la persona humana. Gobernantes humanos ejercen la real autoridad. Sin embargo, siempre es el Señor, quién es el Rey. En la primera lectura, leemos sobre Saúl y David. Sin embargo, en la lectura, Israel declara al Señor, "Fuiste Tú quien guió a los israelitas," y Dios dice que es Su gente. Tanto el pueblo como su rey siempre pertenecen al Señor. El Evangelio lo muestra de otra manera. La Autoridad terrenal cometió un terrible error al crucificar a Jesús, y uno de los criminales se dio cuenta de ese error. Jesús se revela como el que tiene el poder real, aún en la cruz, Él acepta el reconocimiento del criminal que Jesus posee un reino. Jesus entonces afirma que él es El camino al paraíso. El reinado de Jesús se basa en Su identidad como Dios, y se basa en su acto redentor del sufrimiento, muriendo y resucitando. También se basa en algo más, que sucede claramente en la Segunda lectura: Él es Creador. A pesar de que normalmente atribuimos este papel al Padre, es cierto que, lo que hace cualquier persona de la Trinidad afuera la Trinidad, está hecho por los tres. En el pasaje que leemos hoy en Colosenses 1, Pablo comenta sobre las primeras palabras de la Biblia, "En el principio creó Dios." Él está perfilando diferentes matices de las palabras "en el principio", lo que indica que ese "principio "no es otro que Jesucristo. Él es "el principio" porque Él es el primogénito de la creación, aquel por Quién se hizo todo lo demás, el que existió primero, el Único en Quién todas las cosas subsisten, y así sucesivamente. Es por eso que la Iglesia está a favor de la vida. Es por eso que los seguidores de Cristo no pueden encontrar nada en la creación que no merece reverencia. Todo llegó por medio de Cristo y todo existe para Cristo. Estar con Cristo es estar con la vida. Él es "el rey", porque está en el corazón de todo lo que es, incluyendo el don supremo de la vida humana, cuyo dueño es sólo Él, y merecedor de un respeto indescriptible.
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