Lc 19:28-40
Isaías 50:4-7
Fil 2:6-11
Lc 22:14-23:56 o 23:1-49
Llegamos hoy al comienzo de una semana que nos lleva hacia el centro y a la cumbre de todo el año litúrgico y al corazón mismo del Evangelio en el que creemos: ¡Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo vendrá de nuevo!
Nos hemos estado preparando durante toda la Cuaresma para celebrar los acontecimientos de estos días - eventos que son cruciales para la historia humana y para nuestra propia vida, que requieren de todo un tiempo de arrepentimiento y preparación para celebrarlos dignamente. Tenemos la bendición y el privilegio de poder decir que creemos que mediante los acontecimientos relatados en la Pasión, Dios nos ha revelado su amor por nosotros, nos ha abierto el camino para el perdón de todos nuestros pecados, y ha puesto en nuestras manos, el don de la vida eterna.
1. Dios ha revelado su amor por nosotros. St. Pablo le dice a los Romanos que Dios muestra su amor para con nosotros, precisamente, porque dio su vida por nosotros pecadores. Con su decisión de ir a Jerusalén, decide al mismo tiempo dar su vida por nosotros. Sabía exactamente lo que le iba a pasar y lo aceptó en su totalidad.
Su entrada en la ciudad es triunfante. La aclamación que lo saludó tiene un marcado contraste con los gritos de la multitud el viernes en que decía: "¡Crucifícalo!" Al mismo tiempo, el viernes, el triunfo del Domingo de Ramos representa el hecho de que al ir a Jerusalén, está trayendo, de hecho, el triunfo de la gracia sobre el pecado y de la vida sobre la muerte. Su elevación en la cruz es de hecho una elevación a la gloria. Lo que vemos ahí no es debilidad, sino fuerza - la fuerza para dar la vida por los que necesitan ser salvados. Lo que vemos ahí es la triunfal victoria de la obediencia sobre la rebelión. Cristo es obediente al Padre hasta la muerte, para deshacer nuestra desobediencia la cual llevó a la muerte.
Podemos decir que los que aclamaron a Cristo al entrar en Jerusalén no se dieron cuenta de cuánta razón tenían. Había más que celebrar que lo que veían o de lo que podían concebir en sus mentes. El amor estaba a punto de ser revelado en forma tal que iba a cambiar la historia humana y dar paso al el Reino de la salvación.
A comienzos del cristianismo, algunos afirmaron erróneamente que Jesús realmente no sufrió en su pasión, sino que sólo parecía sufrir. La Iglesia enseña, sin embargo, que "padeció y fue sepultado." Este es un artículo de fe. Su sufrimiento y muerte fueron reales - y eso hace su amor más claro aún.
2. Dios ha abierto el camino para el perdón de nuestros pecados. ¿Qué cayó sobre los hombros de Jesús cuando la cruz fue puesta sobre él? ¿Qué cayó sobre su cabeza cuando la corona de espinas le fue colocada? ¿Qué cayó sobre su cuerpo cuando le dieron de azotes? Nuestros pecados cayeron sobre él.
Como dice un himno de Semana Santa:
"¿Quién fue el culpable?
¿Quién trajo esto sobre ti?
¡Ay, mi traición,
Jesús, te ha deshecho.
Yo soy el culpable.
Yo fui el que te negué.
Yo te crucifiqué."
Este es el día, y esta es la misa, en la que todos reafirmamos con convicción absoluta y gratitud profunda, que el perdón de nuestros pecados brota de la sangre de Su cruz, y que tenemos que correr una vez más a la cruz como el único lugar desde el que podemos encontrar ese perdón.
3. Los eventos de este día dan vida eterna al mundo. Dios está en el negocio de destruir la muerte. Se somete a ella y luego le roba su poder mediante su resurrección. Toda nuestra fe se centra en estos eventos. Todos los sacramentos y todas nuestras oraciones derivan su eficacia de estos eventos. Cada enseñanza de la Iglesia y toda la predicación del mundo tienen el propósito de anunciar estos eventos. Todo el propósito de la Iglesia y de todos sus ministerios es aplicar los frutos de estos eventos a cada ser humano y a la propia sociedad.
Dios destruye la muerte, y lo sigue haciendo a través de nosotros. Los eventos relacionados con el día de hoy nos hacen el Pueblo de la Vida. Ellos renuevan nuestra convicción de que a Dios le interesa la vida humana, y de que a nosotros debe interesarnos también. A la luz de la pasión y muerte de Cristo, que es la pasión y la muerte de Dios mismo, ningún ser humano puede ser indiferente a la violencia. A la luz de lo que Cristo hizo para rescatarnos de la muerte, nos damos cuenta de nuestro llamado a rescatar a otros de la muerte. Este rescate se inicia con los seres humanos más vulnerables entre nosotros, los niños que aún viven en los vientres de sus madres, y son privados del derecho a la vida por el aborto. Algunos están tentados a tomar la vida en vez de sacrificarse para protegerla y nutrirla. Sin embargo, cuando vemos lo que Dios ha hecho por nosotros, nos encontramos con que el sentido mismo de la vida es darnos a nosotros mismos por el bien del otro. A la luz del Domingo de Ramos, no tiene sentido retener nuestro amor o nuestro sacrificio a favor de la vida humana.
Y las ramas de palma que llevamos a casa hoy tienen como propósito recordarnos es esta simple verdad a lo largo del año. Corramos a la cruz de Cristo, dándole gracias por la vida eterna que trae, y resolviendo ser el Pueblo de la Vida en el mundo.