1ra de Samuel 16:1, 6-7, 1-13a
Efesios 5:8-14
Juan 9:1-41 o 9:1, 6-9, 13-17, 34-38
La temporada de cuaresma esta marcada por el urgente llamado al arrepentimiento. Es una llamada a hacer una decisión libre y consciente para alejarse del pecado, que nos lleva a la muerte, y abrazar al evangelio, que nos lleva a la vida. De hecho, es la plena floración de la convocatoria emitida por Moisés en el Deuteronomio 30:19, “que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge pues la vida”
El pasaje del Evangelio de hoy es aquel del ciego de nacimiento (Juan 9). Este pasaje forma un triduo junto con el tercer y quinto domingo de cuaresma, Ciclo A, hacienda hincapié en el tema del agua (la mujer en el pozo), la luz (la sanación del ciego de nacimiento) y la vida (la resurrección de Lázaro). Estas lecturas poderosas recuerdan a aquellos que se están preparando para el bautismo, al igual que a todos los bautizados, de qué se trata esta vida bautismal.
Aquí vemos el drama de la voluntad de aceptar o rechazar el llamado de Cristo. El ciego de nacimiento recibe su vista temprano en la historia, pero el resto del drama rastrea el nacimiento de su vista espiritual. Al principio, llama hombre a Jesús (v.11); luego un profeta (v.17); luego el que está “con Dios” (v.33) y finalmente lo llama “Señor” (v.38). Llega a ver quién es Jesús, porque él tiene la voluntad de creer. ¿“Quién es, Señor, para que crea en él?” (v.36).
Esta actitud de Buena voluntad contrasta marcadamente con la terquedad y mala voluntad de los fariseos. Aunque confrontados con la misma evidencia de la sanación física, intentan explicar la evidencia a través de los interrogatorios del hombre y de sus padres, luego mostrando a Jesús como un pecador y finalmente tirando literalmente las pruebas por la puerta, expulsando al hombre curado de su medio.
Este drama se repite cada día viendo a nuestra sociedad luchar con la “Cultura de la Muerte” que se manifiesta fundamentalmente en la tragedia en curso del aborto. La evidencia es la misma por todos, más clara que nunca por la genética y la fetología, que el aborto mata a un ser humano. Algunos reciben esa evidencia y por un Corazón dispuesto, escogen la vida. Otros muestran la terquedad de los fariseos y se aferran a su propia ideología. Para mí el más claro ejemplo de esto fue el día que un grupo de gente pro-vida condujo una vigilia por un bebé abortado frente a un centro de abortos. El bebé del tamaño de una mano, era visible en un pequeño ataúd blanco. Algunos manifestantes en pro del aborto vieron el niño, y un pro-vida los desafío, “vean la evidencia frente a sus ojos. Este es un bebé!! Créanlo o no, la respuesta fue “esa es tu opinión!!!”
No conocer el niño en el vientre materno no es un pecado, pero la negativa a querer saber si lo es. Jesús les dice a los fariseos al final del drama en Juan 9, “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”(v.41).
“Arrepiéntanse y crean en la buena nueva!” ¿Cual buena nueva? La buena nueva en las palabras del Evangelium Vitae, “que la vida es siempre una buena manifestación de Dios en el mundo, un signo de su presencia, un rastro de su gloria” ¡En esta cuaresma, elijamos la vida otra vez!