En el Evangelio según san Mateo capítulo 5, versículos 3 a 12 leemos las bienaventuranzas que nos presentan un programa de espiritualidad cristiana y, por lo tanto, espiritualidad pro-vida. En esta columna y las siguientes reflexionaremos sobre la forma en que cada bienaventuranza ilumina y fortalece nuestro compromiso pro-vida.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Cuando el Señor habla de los pobres de espíritu, se refiere a aquellos para quienes no hay ayuda ni esperanza sino Dios mismo. Dios es la única esperanza para cada uno de nosotros. Sin embargo, cuando tenemos muchas posesiones, amigos y protección terrena, estamos tentados a pensar que, en última instancia, esas son las cosas sobre las que nuestros espíritus descansan. Pero es una ilusión. “Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación.” (Salmo 62:1). No hay nadie más desprotegido e inseguro en nuestros días que el niño en el vientre. Su situación hace que Dios mismo pregunte: “¿Puede una madre olvidar a su hijo?” (Isaías 49:15) Pero el salmista declara: Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.” (Salmo 27:10) Los niños por nacer son los más pobres entre los pobres, y Dios nos llama a reconocerlos y bendecirlos.
“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.” Somos verdaderamente benditos si lloramos por nuestros pecados y los pecados del mundo, como el asesinato diario de niños por el aborto. ¿Cuándo fue la última vez que derramamos lágrimas por la sangre derramada y lloramos por las vidas de esos niños asesinados y las madres y los padres heridos? ¡Oremos por el don de las lágrimas! Pidámosle al Señor que nos de un corazón contrito por el aborto. Ese es el punto de partida del activismo pro-vida, cuando nuestros corazones están quebrantados, porque son humildes. También están abiertos a la gracia que Dios nos ofrece para que hagamos lo que nos toca para acabar con éste mal. Y también nos consolará, al traer justicia a la tierra.
“Bienaventurados los humildes, porque heredarán la tierra.” La persona humilde sabe que Dios es la fuente de todo lo que necesita. Aunque desarrolla sus habilidades humanas y se hace valer cuando es necesario, el siervo del Señor nunca piensa que tiene que herir a otro para obtener lo que desea. Los humildes son fuertes y seguros en su dependencia de Dios. Tienen una sana habilidad para pelear por sus derechos, pero no lo harán con un deseo ansioso de dominio. Saben que, en el Señor heredarán la tierra.
La cultura de la muerte, por el contrario, está construida sobre la idea que es necesario recurrir a veces a la violencia para que uno promueva sus derechos, su carrera o su libertad. Se considera a la violencia del aborto como el camino al desarrollo.
Continuaremos nuestras reflexiones sobre las bienaventuranzas en la próxima columna. Mientras tanto, aquellos que deseen nutrir su espiritualidad pro-vida con reflexiones diarias como ésta pueden obtener una copia de mi libro Pro-life reflextions for every day. (Reflexiones pro-vida para cada día).
Las bienaventuranzas: Un llamado a ser pro-vida – Segunda parte
Las Bienaventuranzas: Un llamado a ser pro-vida – Tercera parte