Las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12) invierten la manera de pensar del mundo en relación a la felicidad y el modo de hallarla. Las bienaventuranzas definen el trabajo de los cristianos que actúan en el movimiento pro-vida. Por lo tanto seguimos en ésta y las siguientes columnas con nuestras reflexiones sobre la forma en que cada una de ellas ilumina y fortalece nuestro compromiso pro-vida.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.” Esta bienaventuranza habla al corazón del movimiento pro-vida. Buscamos justicia, en primer lugar, tratando de hacer lo correcto delante de Dios y en nuestras relaciones. También buscamos justicia intentando proteger los derechos de todos, especialmente los más débiles entre nosotros, nuestros hermanos y hermanas en el vientre. Somos bienaventurados no solamente porque creemos que tienen derecho a la vida, sino porque sentimos el hambre y la sed, la aspiración y el deseo que sean protegidos y que ese derecho sea reconocido y garantizado por la ley.
También buscamos justicia cuando trabajamos para llevar sanación y perdón a todos los que han estado involucrados en el aborto, para que ellos también puedan estar junto a Dios y conozcan su paz.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.” En el corazón de nuestra religión hay un clamor por misericordia dirigido al Señor. Su misericordia no significa solamente perdón por el mal que hemos hecho, sino también su protección contra el poder de nuestros enemigos espirituales y físicos. Cuando recibimos su misericordia, también surge la obligación de ser misericordiosos con nuestros hermanos y hermanas que dependen de nosotros para su protección y rescate.
Los más necesitados de nuestra misericordia son los niños en el vientre. Han sido privados de la protección más elemental de sus vidas. Bienaventurados los misericordiosos. Bienaventurados los que hablan por estos niños para acabar con el aborto.
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.” Esta bienaventuranza nos mueve a preguntarnos cuales son las aspiraciones y deseos más profundos de nuestro corazón, que motiva nuestras opciones y cuan consistentemente hacemos lo correcto. Aquel que es puro de corazón busca agradar a Dios antes que a sí mismo, aún a costa de grandes sacrificios.
Tener un corazón puro nos protege de las tentaciones de la cultura de la muerte. Satisfacer las necesidades de un niño vulnerable en el vientre requiere un nuevo y desinteresado centro de nuestras acciones. Primero ponemos al niño, nuestros planes y conveniencias van al final.
Y cuando hablamos por ese niño dejamos de preocuparnos por las críticas que recibimos. Los limpios de corazón no se preocupan de ello. Sólo se ocupan de hacer lo correcto.
Continuaremos con nuestras reflexiones sobre las bienaventuranzas en la próxima columna. Mientras tanto, aquellos que quieran nutrir su espiritualidad pro-vida con reflexiones para cada día del año como ésta, pueden obtener una copia de mi libro Pro-Life Reflections for Every Day (Reflexiones pro-vida para cada día) .
Las bienaventuranzas: Un llamado a ser pro-vida – Primera parte
Las Bienaventuranzas: Un llamado a ser pro-vida – Tercera parte