Jer 31:31-34
Heb 5:7-9
Jn 12:20-33
ver un video con consejos para la homilía: https://youtu.be/TnxJh72FS3k
El Evangelio de Cristo es el Evangelio de la Vida, precisamente porque cuando, “el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto…” La paradoja del Evangelio de la Vida es que la vida está vertida sobre el mundo precisamente cuando la vida esta sacrificada por el bien de los demás. En Evangelium Vitae leemos:
“El, que no había « venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos » (Mc 10, 45), alcanza en la Cruz la plenitud del amor. « Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos » (Jn 15, 13). Y El murió por nosotros siendo todavía nosotros pecadores (cf. Rm 5, 8).
De este modo proclama que la vida encuentra su centro, su sentido y su plenitud cuando se entrega. En este punto la meditación se hace alabanza y agradecimiento y, al mismo tiempo, nos invita a imitar a Jesús y a seguir sus huellas (cf. 1 P 2, 21).
También nosotros estamos llamados a dar nuestra vida por los hermanos, realizando de este modo en plenitud de verdad el sentido y el destino de nuestra existencia.” (EV #51)
Cristo es el grano de trigo que cae en la tierra, pero también está “ levantado de la tierra” así en la Cruz como la Resurrección y Ascensión. Y el fruto es que El “ atrae a todos hacia Sí Mismo”. Hemos aquí los temas poderosos de la fecundidad vivificativa y de la unidad. La cultura de la muerte niega los dos. Abraza, a través de la retorica pro-elección “el amor de su propia vida” que rechaza Cristo en esta enseñanza evangélica. Las palabras, “Este es mi Cuerpo,” están utilizadas con significado opuesto: “Yo controlo mi vida,” o “Yo doy mi vida.”
El acercamiento a la Semana Santa y la meditación en la Pasión, es un tiempo perfecto para llamar a nuestro pueblo al compromiso renovado a sacrificarnos para defender a los indefensos, particularmente los más oprimidos, que son los no nacidos.