4º Domingo de Adviento
- Ciclo B
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Intercesiones Generales:
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Sacerdote: Al acercarnos al nacimiento de nuestro Salvador, dirijamos nuestros corazones y mentes al Padre, con confianza en su generoso Amor y Misericordia Diácono/Lector: Para que la Iglesia proclame fielmente la Palabra de Dios a cada rincón de la tierra, roguemos al Señor…
Para que los líderes gubernamentales estén atentos a las necesidades de su gente, especialmente las de las familias con hijos pequeños, roguemos al Señor …
Para que todas las mujeres embarazadas con miedo acojan la vida que crece dentro de ellas, y tomen fuerza de las palabras del Ángel Gabriel a Maria de: No temas, roguemos al Señor...
Para que los pobres, los abandonados, y los olvidados sientan el amor de Dios durante esta temporada de gozo por medio de la compasión de otros, roguemos al Señor…
Para que todos los que se encuentran ocupados haciendo preparaciones para celebrar la Navidad hagan tiempo para meditar en el amor de Dios hacia ellos, roguemos al Señor…
Por todos los que han fallecido, para que así como compartieron del gozo en las navidades, también compartan la Gloria eterna de Dios en su reino, roguemos al Señor …
Celebrante: Dios Todopoderoso,
prepara nuestros corazones
con tu gracia, para que al igual que Maria,
seamos un lugar digno de ser morada para tu Hijo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amen.
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Adiciones para el boletín: |
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La Encarnación Los creyentes en Cristo deben, de modo particular, defender y promover este derecho, conscientes de la maravillosa verdad recordada por el Concilio Vaticano II: « El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre ». En efecto, en este acontecimiento salvífico se revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que « tanto amó al mundo que dio a su Hijo único » (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada persona humana. La Iglesia, escrutando asiduamente el misterio de la Redención, descubre con renovado asombro este valor y se siente llamada a anunciar a los hombres de todos los tiempos este « evangelio », fuente de esperanza inquebrantable y de verdadera alegría para cada época de la historia. El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio. (San Juan Pablo II, Evangelium vitae n.2)
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Puntos sugeridos para la homilía dominical: |
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2 Sam 7:1-5, 8b-12, 14a, 16
Rom 16:25-27
Lc 1:26-38 ver un video con consejos para la homilía: https://youtu.be/sVJwWkRj1o0 Las lecturas de hoy, y la cercanía de la Navidad, nos empujan a reflexionar en la Encarnación. La Navidad no es solamente la Fiesta del Nacimiento de Cristo, sino la celebración de todo el misterio de Dios tomando la naturaleza humana – comenzando con el evento narrado en el evangelio de hoy, mediante el cual Cristo fue concebido dentro del cuerpo de María. El pasaje citado anteriormente para la sugerida inserción en el boletín de hoy puede igualmente ser la base para la homilía. Dios nos redime uniendo cada aspecto de nuestra vida a la suya. Dios hasta se hace un niño no nacido. La vida humana ya era sagrada porque siempre fue y es creación de Dios, hecha libremente por su amor. Pero en la Encarnación toma aún un significado y una santidad más profunda, porque la naturaleza humana está para siempre unida a la Vida Divina. Esto afecta a todos los que comparten la naturaleza humana, hasta los niños que aún están en el vientre. Es por eso que el Evangelium Vitae puede hacer las dos afirmaciones siguientes: “La vida, especialmente la vida humana, pertenece solamente a Dios: por esta razón quien ataca la vida humana, en cualquier forma, ataca al propio Dios” (EV n. 9). “Por su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido a sí mismo de algún modo con cada persona. Es precisamente en la “carne” de cada persona que Cristo continua revelándose a sí mismo y entrando en amistad con nosotros, por tanto el rechazo a la vida humana, en cualquier forma, es realmente un rechazo a Cristo” (EV n. 104). El hecho de que Maria no esperaba concebir un hijo, y que se turbó ante el saludo, también nos lleva a reflexionar en la Providencia de Dios. Ningún embarazo no esperado ha afectado la historia tan profundamente, y ninguna mujer además de Maria es un mejor ejemplo para aquellos que sienten que no pueden manejar un embarazo.
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