Jer 17:5-8
1 Cor 15:12, 16-20
Lc 6:17, 20-26
El Aborto no solo es un pecado contra la vida; es también un pecado contra la esperanza. Confiamos, ya sea en la evaluación propia o ajena, que se hace de los problemas de nuestras vidas y del mundo, y decidimos que el mundo es demasiado inhabitable para que un niño sea bienvenido. La Primera Lectura por lo tanto, con su exhortación a poner las esperanzas en el Señor, le habla directo al corazón de la cultura de la Vida. El movimiento Pro-Vida se enfoca en inspirar la esperanza que trae el valor de decirle Sí a la Vida.
Ésta esperanza se basa en últimas, en lo que la Segunda Lectura identifica como el fundamento de nuestra Fe: Cristo ha resucitado de entre los muertos. Los males que combatimos, como el aborto, ya fueron derrotados desde su raíz, puesto que el reino de la muerte ha sido sometido y derrocado.
Estas verdades de la primera y segunda lectura brindan la base para las bienaventuranzas, cada una de las cuales puede ser aplicada al testimonio Pro-Vida de la Iglesia:
“Bienaventurados vosotros los pobres”. Bíblicamente, los “pobres” son todos aquellos que no tienen más ayuda que la que proviene de Dios. Los “pobres” no son simplemente los menos favorecidos materialmente, sino más bien todos aquellos que han sido marginados por la sociedad. Los niños que viven en el vientre de la madre son verdaderamente los más pobres entre los pobres, y la opción preferente de la Iglesia por los más pobres exige que les demos atención prioritaria. Estos niños son el único grupo de personas en nuestra sociedad cuyo derecho a la vida es formal y explícitamente denegado por la política pública.
“Bienaventurados los que ahora pasáis hambre” . Nosotros tenemos hambre de que sea establecida la justicia; los niños nonatos tienen hambre de que sus más fundamentales derechos sean reconocidos.
“Bienaventurados los que ahora lloráis”. Si somos los constructores de la cultura de la vida, debemos primero aprender a llorar por la cultura de la muerte. El mal del aborto debe quebrantar nuestros corazones. Sólo entonces, estarán nuestros corazones abiertos para recibir la semilla de la gracia y la fortaleza para ser testigos de Cristo en tanto batallamos contra éste flagelo.
“Bienventurados cuando el mundo os desprecie”. Los defensores de los niños nonatos son odiados por muchos en el mundo de hoy, quienes los ven como una amenaza a los derechos humanos, como enemigos de los derechos y salud de la mujer, como opositores de la libertad misma. Pocos movimientos pueden brindar una experiencia tan directa de ésta particular bienaventuranza como el movimiento Pro-Vida – el cual se constituye precisamente en una bendición para quien se involucra con él.